Oh, delgado contorno de la vida.
El fluir de la sangre en él acaba.
Oh, columna de luz y ansia de lava.
Volcán para mi mano estremecida.
Lo malo no es lo que uno sufre,
sino lo que uno hace sufrir.
Lo malo no es ser la víctima.
Lo malo es ser el verdugo.
No la injusticia que nos hacen,
la que hacemos a los demás.
No es lo peor ser el reo.
Es mucho peor ser el juez.
Lo malo no es ser tentado,
sino inducir a tentación.
(Eva y Adán no cometieron
Ningún pecado original.
No existió en su inocencia culpa.
No hubo culpa suya ni nuestra. )
Más vale no saber nada
que hacer daño con la verdad.
Y no saber nada no quiere
decir lavarse las mano.
Ni el verdugo es únicamente
el que ejecuta la sentencia.
Todos somos al mismo tiempo
La víctima y el verdugo.
(No sabemos si, para probarlo,
Dios padeció más que Job. )
Lo peor de la cruz fue que Cristo
veía a su madre y a Juan.
Lo peor de la cruz fue que Cristo
no podía redimir a Judas.
Por malo que sea el hombre,
aún puede ser peor Dios,
si no existe, o si existe el infierno,
o si nacimos para morir.
Lo peor de todo no es nada
y todo es siempre lo peor.
Oh, delgado contorno de la vida.
El fluir de la sangre en él acaba.
Oh, columna de luz y ansia de lava.
Volcán para mi mano estremecida.
Arcángel derribado, el más hermoso
de todos tú, el más bello, el que quisiste
ser como Dios, ser Dios, mi arcángel triste,
sueño mío rebelde y ambicioso.
Vidrio de una ventana
entreabierta de julio
Hasta mí que tendido
descanso con cansancio
feliz de sucesivos
tiempos y espacios llega
el verano su soplo
vital cálido... Vidrio
en el que ahora contemplo
reflejadas las casas
Hay un reguero dulce y encendido
de sol sobre los álamos dorados.
Y, a lo lejos, los montes ya nevados
encalman el paisaje atardecido.
No sabe qué es amor quien no te ama.
No sabe qué es amor quien no te mira.
Tú arrancaste a su alma y a su lira
el son más dulce, la más fiera llama.
No, corazón, no te hundas.
Y vosotros, ojos, no queráis cerraros en llanto.
La vida es mucho más larga, mucho más grande de lo que ahora
supones, mucho más magnánima.
¿Te atreverás a decirle que te debe algo?
Eres tú quien se lo debes todo.
Qué podré yo decirte, dulce amada,
joven virgen que no conoces
en un cielo cerrado, suaves roces,
el peso del amor, noche entregada.
Lo malo no es lo que uno sufre,
sino lo que uno hace sufrir.