Oh, delgado contorno de la vida.
El fluir de la sangre en él acaba.
Oh, columna de luz y ansia de lava.
Volcán para mi mano estremecida.
¡Qué profundo es mi sueño!
¡Qué profundo y qué claro,
qué transparente es, ahora, el universo!
Si pensando en ti, siempre,
si, soñado contigo, me desvelo,
y te miro por dentro, con mis ojos,
si te miro por dentro...
veo la oscura entrada de mi vida,
tu sorda luz de fuego,
y ya no sé si a ti te estoy mirando,
o si contemplo el cielo:
el último transfondo del poniente,
sin nubes y sin velos,
más arriba de todas las estrellas,
donde está dios, despierto.
O el inicial trasfondo de la noche
donde estás tú, durmiendo.
Y yo sobre la tierra, oscurecido
por tanta luz, yo, ciego,
soñando en dios, soñando en ti, soñando
lo mucho que te quiero.
Oh, delgado contorno de la vida.
El fluir de la sangre en él acaba.
Oh, columna de luz y ansia de lava.
Volcán para mi mano estremecida.
Arcángel derribado, el más hermoso
de todos tú, el más bello, el que quisiste
ser como Dios, ser Dios, mi arcángel triste,
sueño mío rebelde y ambicioso.
No sabe qué es amor quien no te ama.
No sabe qué es amor quien no te mira.
Tú arrancaste a su alma y a su lira
el son más dulce, la más fiera llama.
No, corazón, no te hundas.
Y vosotros, ojos, no queráis cerraros en llanto.
La vida es mucho más larga, mucho más grande de lo que ahora
supones, mucho más magnánima.
¿Te atreverás a decirle que te debe algo?
Eres tú quien se lo debes todo.
Vidrio de una ventana
entreabierta de julio
Hasta mí que tendido
descanso con cansancio
feliz de sucesivos
tiempos y espacios llega
el verano su soplo
vital cálido... Vidrio
en el que ahora contemplo
reflejadas las casas
Hay un reguero dulce y encendido
de sol sobre los álamos dorados.
Y, a lo lejos, los montes ya nevados
encalman el paisaje atardecido.
Qué podré yo decirte, dulce amada,
joven virgen que no conoces
en un cielo cerrado, suaves roces,
el peso del amor, noche entregada.
Lo malo no es lo que uno sufre,
sino lo que uno hace sufrir.