Y de repente dije: Esto es la vida. Esto y no más. Palpé su forma cierta. La adiviné mortal. El alma, alerta, vibró un instante toda estremecida.
El rojo amor con honda sacudida - oh vida, oh viento- abrió la última puerta. Y allá, en el fondo de la estancia abierta, brilló mi muerte entre la luz dormida.
Esto es la vida, dije, esto es la muerte, ésta la tersa luz, la honda luz suave, la cósmica pasión, el sueño inerte.
Esto eres sólo, sí. Y con paso grave me adelanté hacia el fondo para verte, llegué a la puerta y di vuelta a la llave.
¿De dónde llegas tú, ilusión de un día porvenir, tú, esperanza de un pasado nunca cumplido, pero que yo ahora evoco entre marchitas profecías o anticipo en nostalgia? De recuerdos y paciencias me nutro. Los ayeres y los mañanas dóciles acuden