Estaba despeinada y con los pies desnudos al borde del estanque y en medio del juncal... Creí ver una ninfa, y con acento dulce: '¿quieres venir al bosque?', le pregunté al pasar.
Lanzóme la mirada suprema que fulgura en la beldad vencida que cede a la pasión; y yo le dije: 'Vamos; es la época en que se ama: ¿quieres seguirme al fondo del naranjal en flor?'
Secó las plantas húmedas en el mullido césped, fijó en mí las pupilas por la segunda vez, y luego la traviesa quedóse pensativa... ¡Qué canto el de las aves en el momento aquel!
¡Con qué ternura la onda besaba la ribera! De súbito la joven se dirigió hacia mí, rïendo con malicia por entre los cabellos flotantes y esparcidos sobre la faz gentil.
¡Nunca insultéis a la mujer caída! Nadie sabe qué peso la agobió, ni cuántas luchas soportó en la vida, ¡hasta que al fin cayó! ¿Quién no ha visto mujeres sin aliento asirse con afán a la virtud, y resistir del vicio el duro viento
Las sombras descendían, los pájaros callaban, la luna desplegaba su nacarado olán. La noche era de oro, los astros nos miraban y el viento nos traía la esencia del galán.
Puesto que apliqué mis labios a tu copa llena aún, y puse entre tus manos mi pálida frente; puesto que alguna vez pude respirar el dulce aliento de tu alma, perfume escondido en la sombra.