Cuando el soplo de abril abre las flores, buscan las golondrinas de la vieja torre las agrestes ruinas; los pardos ruiseñores buscando van, bien mío, el bosque más sombrío, para esconder a todos su morada en los frondosos ramos. y nosotros también, en el tumulto de la inmensa ciudad, hogar oculto anhelantes buscamos, donde jamás oblicua una mirada llegue como un insulto; y preferimos las desiertas calles donde la turba inquieta en tropel no se agrupa; y en los valles las sendas del pastor y del poeta; y en la selva el rincón desconocido donde no llegan del mundo los rumores. Como esconden los pájaros su nido, vamos allí a ocultar nuestros amores.
Cuando por fin se encuentran dos almas, que durante tanto tiempo se han buscado una a otra entre el gentío, cuando advierten que son parejas, que se comprenden y corresponden, en una palabra, que son semejantes,
Te deseo primero que ames, y que amando, también seas amado. Y que, de no ser así, seas breve en olvidar y que después de olvidar, no guardes rencores. Deseo, pues, que no sea así, pero que si es, sepas ser sin desesperar.
Quienquiera que fueres, óyeme: si con ávidas miradas nunca tú a la luz del véspero has seguido las pisadas, el andar süave y rítmico de una celeste visión;
Él decía a su amada: Si pudiéramos ir los dos juntos, el alma rebosante de fe, con fulgores extraños en el fiel corazón, ebrios de éxtasis dulces y de melancolía,
Estaba despeinada y con los pies desnudos al borde del estanque y en medio del juncal... Creí ver una ninfa, y con acento dulce: '¿quieres venir al bosque?', le pregunté al pasar.
A la orilla del mar yo estaba solo; era una noche espléndida de estrellas; bajo el límpido cielo ni una nube, sobre la mar dormida ni una vela. Mis ojos insaciables traspasaban de ese horizonte vago las barreras, y todo el universo, el monte, el valle,
¡Nunca insultéis a la mujer caída! Nadie sabe qué peso la agobió, ni cuántas luchas soportó en la vida, ¡hasta que al fin cayó! ¿Quién no ha visto mujeres sin aliento asirse con afán a la virtud, y resistir del vicio el duro viento