Cómo cambian los tiempos, de Vital Aza | Poema

    Poema en español
    Cómo cambian los tiempos

    Cuando de niño empecé 
    a darme a la poesía, 
    tan en serio lo tomé, 
    que sólo en serio escribía. 

    Romántico exagerado, 
    era lo triste mi fuerte. 
    ¡Válgame Dios!, ¡le he soltado 
    cada soneto, A la muerte! 

    La fatalidad, el sino, 
    el hado, la parca fiera, 
    el arroyo cristalino 
    y la tórtola parlera... 

    Todo junto le servía 
    a mi necia inspiración 
    para hacer una elegía 
    que partía el corazón. 

    No hubo desgracia ni duelo 
    que en verso no describiera... 
    ¡Si estaba pidiendo al cielo 
    que la gente se muriera! 

    ¿Qué airado el mar se tragaba 
    la barca de un pescador? 
    Pues yo en mi lira lanzaba 
    los lamentos del dolor. 

    ¿Que un amigo se moría, 
    viejo, joven, listo o zafio? 
    Pues, ¡zas!, al siguiente día 
    publicaba su epitafio. 

    ¿Que una madre acongojada 
    gemía en llanto deshecha? 
    ¿Que por una granizada 
    se perdía la cosecha? 

    Pues yo enjugaba aquel llanto 
    en versos de arte mayor, 
    y maldecía en un Canto 
    al Granizo destructor. 

    Escéptico y pesimista, 
    ¡me hacía unas reflexiones!... 
    Sirva de ejemplo esta lista 
    de varias composiciones: 

    Ludibrio, Dios iracundo, 
    Profanación y adulterio. 
    Los desengaños del mundo, 
    El ciprés del cementerio. 

    Pues, ¿y una composición 
    en que imitando a otros vates, 
    con la mejor intención 
    decía estos disparates? 

    «¡Ay! El mundo en su falsía 
    aumentará mi delito, 
    vertiendo en el alma mía 
    la duda de lo infinito.» 

    «Triste, errante y moribundo, 
    sigo el ignoto sendero, 
    sin encontrar en el mundo 
    un amigo verdadero.» 

    «¡Todo es falsedad, mentira! 
    ¡En vano busco la calma! 
    ¡Son las cuerdas de mi lira 
    sensibles fibras del alma!» 

    «¡El mundo, en su loco anhelo 
    me empuja hacia el hondo abismo! 
    ¡Dudo de Dios y del cielo, 
    y hasta dudo de mí mismo!» 

    «¡Esta existencia me hastía! 
    ¡Nada en el mundo es verdad!» 



    .............................. 



    ¡Y todo esto lo decía 
    a los quince años de edad! 

    Francamente, yo no sé 
    cómo algún lector sensato 
    no me pegó un puntapié 
    por necio y por mentecato. 

    Por fortuna, ya no siento 
    aquellas melancolías, 
    ni doy a nadie tormento 
    con vanas filosofías. 

    Ya no me meto en honduras, 
    ni hablo de llantos y penas, 
    ni canto mis amarguras 
    ni las desdichas ajenas. 

    He cambiado de tal modo, 
    que soy otro diferente; 
    pues hoy me río de todo, 
    ¡y me va perfectamente!