Parecía estar diciendo la verdad, aunque esto no quiere decir siempre gran cosa cuando se trata de mujeres, sobre todo de mujeres con los ojos azules. DASHIELL HAMMETT . Tiene un poco de puta y niña virgen. Muchos han encontrado consuelo entre sus piernas y algunos la han seguido frecuentando como ovejas histéricas de alguna secta apocalíptica. Ha habido valientes que la han dejado a tiempo y otros cuyas monedas no han servido a sus ojos. Puede envolvernos en un mundo hospitalario a fuerza de palabras y miedos compartidos —con ella a nuestro lado la vida duele menos—. Es un alucinógeno inyectado en la sangre, una viagra contra la tristeza, no respeta horarios, ni costumbres y se vuelve celosa con los años. Hay que tratarla con esmero, aunque sin falsos artificios de obseso formalista. Detesta los ropajes muy manidos y se excita, a menudo, con el riesgo que nace de la claridad. Baja la voz entonces para hablar de lo que importa —esos pequeños accidentes de nuestra geografía— sin verdades sonoras que dicten un camino plagado de gurús iluminados. Yo la prefiero así, desnuda de perfumes fastuosos, peligrosa y salvaje como una perra herida, buscando en la maleza de las calles un corazón helado que sangre entre sus dientes.
Parecía estar diciendo la verdad, aunque esto no quiere decir siempre gran cosa cuando se trata de mujeres, sobre todo de mujeres con los ojos azules. DASHIELL HAMMETT . Tiene un poco de puta y niña virgen.
Aprender a callar es lo primero. Un pasaporte en blanco hacia la soledad. A los once años te hablan con palabras como honor, orgullo, dignidad y tú piensas en un rumor de sillas y en el patio pequeño de tu escuela. Pero no hay amigos en el campo
Humillado, ofendido, muerto en vida. Con un peso de siglos, un estigma. Hablaré claro: ganas de acabar. Una piedra, una bala, un accidente. Lo diré de otro modo: ella no me ama. Estaba equivocado. Ella no me ama. Tres años soportando su pereza,