Hay un cisne que muere cercado de un palacio.
Un cisne misterioso de ropaje de seda
que en vez de deslizarse en la corriente leda
se estanca fatigado de mirar el espacio.
El cisne es un enfermo que adora al Dios de oro;
el sol, padre de razas, fecunda su agonía
por eso su tristeza es una sinfonía
de flores que se entreabren en las sombras del lloro.
Tiene el pecho cruzado por un loco puñal,
gota a gota su sangre se diluye en el lago
y las aguas azules se encantan bajo el mago
poder de los rubíes que destila su mal.
El alma de este cisne es una sensitiva
no levantéis la voz al lado del estanque
si no queréis que el cisne con el pico se arranque
el puñal que sostiene su existencia furtiva.
Cuentan viejas leyendas que está enfermo el amor.
Que el corazón enorme se le ha centuplicado
y que tiene en la entraña como El Crucificado
un dolor que cobija todo humano dolor.
Y cuentan las leyendas que es un cisne-poeta…
Que la magia del ritmo le ha ungido la garganta
y canta porque sí, como el arroyo canta
la rima cristalina de su corriente inquieta.
Yo he soñado una noche que en el viejo palacio
era el cisne cansado de mirar el espacio.