Amigas: defendedme,
me han hecho un grave daño,
en una mala noche
fieltro malo me han dado...
sabed, amigas rubias,
las de los dulces labios,
sabed, amigas rubias,
que por la vida andando
unos hombres -tres eran-
me salieron al paso.
Oh, amigas, defendedme,
que perezco de espanto...
Eran aquellos hombres
lúgubremente largos...
secos como esqueletos,
blancos como mis manos.
La nariz, de cortante,
pudiera dar un tajo.
Los ojos se escondían
felinos, bajo el párpado,
y eran finas, muy finas,
finísimas sus manos.
Oh, amigas, en silencio
aquéllas me apresaron:
seis tenazas heladas
me tendieron un lazo
contuvieron mi llanto,
seis cadenas humanas
me domaron los brazos.
Amigas, esos hombres
los ojos me vendaron.
Las flores que llevaba
las tiraron al barro.
Un alfiler al rojo
pecho adentro me hincaron.
Ungiéronme los labios
con aceites amargos.
Con abrojos y zarzas
mis dedos maniataron.
Me dijeron que yo
soy un pobre guijarro.
Me dijeron que Dios
no es ni bueno ni malo,
pero que aquél no es nada
y yo, en cambio, soy algo.
Después...después...crueles
rieron de cansancio...
después...después...crueles
Riendo se alejaron.
Y yo quedé vencida
sobre el camino largo.
Amigas, desde entonces
tengo el cuerpo embrujado.
Amigas, desde entonces
resiste grave el daño.
Amigas, desde entonces
me persigue el espanto.
...............
Nunca salgáis de noche,
las de los dulces labios.
Nunca salgáis de noche,
ni con cielo estrellado.
Los hombres andan sueltos,
como perros sin amo.
...Y eran tres hombres secos,
lúgubremente largos.