Los cuerpos se recuerdan en el tuyo: su delicia, su amor o sufrimiento. Si noche fuera amar, ya tu mirada en incesante oscuridad me anega. Pasan las sombras, voces que a mi oído dijeron lo que ahora resucitas, y en tus labios los nombres nuevamente vuelven a ser memoria de otros nombres. El otoño, la rosa y las violetas nacen de ti, movidos por un viento cuyo origen viniera de otros labios aún entre los míos. Un aire triste arrastra las imágenes que de tu cuerpo surgen como hálito de una sepultura: mármol y resplandor casi desiertos, olvidada su danza entre la noche. Mas el tiempo disipa nuestras sombras, y habré de ser el hombre sin retorno, amante de un cadáver en la memoria vivo. Entonces te hallaré de nuevo en otros cuerpos.
Abro la puerta, vuelvo a la misericordia de mi casa donde el rumor defiende la penumbra y el hijo que no fue sabe a naufragio, a ola o fervoroso lienzo que en ácidos estíos el rostro desvanece. Arcaico reposar de dioses muertos llena las estancias,
Los cuerpos se recuerdan en el tuyo: su delicia, su amor o sufrimiento. Si noche fuera amar, ya tu mirada en incesante oscuridad me anega. Pasan las sombras, voces que a mi oído dijeron lo que ahora resucitas, y en tus labios los nombres nuevamente
Surges amarga, pensativa, profunda tal un mar amurallado; reposas como imagen hecha hielo en el cristal que te aprisiona y te adivino en duelo, sostenida bajo un mortal cansancio o bajo un sueño en sombra, congelada. En vano te defiendes