Desnudo y empalmado.
En la apacible noche veraniega.
Mantengo el equilibrio sobre la baranda.
Me sujeto al toldo con brazos tensos.
Impulso el fluido filtrado, inocuo y salado, maloliente y cálido, hacia arriba.
En un ángulo de 45º por lo menos.
Primero, ENERGíA.
Potencia suficiente como para empapar las nubes.
La meada se curva más allá.
Al cabo, pierde fuerza y altura.
Se desfragmenta, se descompone.
El aire la bate como un tenedor.
Algunas gotas emigran.
El resto cae al unísono, vertiginosamente, varios pisos.
Se cuela por las grietas del pavimento.
Arrastra piedrecitas, pelusa, porquería.
Fluye calle abajo.
Me pregunto dónde desembocará.
Me pregunto dónde desembocaré.