La chusta humea a pocos metros, junto a la mierda fresca de un perro-patada. A. debe de estar al caer. Nos recogerá en un C4 rojo con corazones pintados en los empañados cristales. Ya habrá dejado a su satisfecha novia en casa. (Más me vale).
Pienso. Pienso. Pienso en asirme con más fuerza.
Actúo. Actúo. Actúo, pero mis brazos no encuentran apoyo.
JP. continúa sincerándose. En Springfield, las botas están a buen precio. No sé si tengo ganas de potar o de morir. Quizá vomite mi muerte y la inmortalidad me envuelva como un edredón-útero. Como unas sábanas empapadas en líquido amniótico con sabor a bilis.
De momento, me limito a lanzar señales de auxilio. A ver si mi colega capta el S.O.S. De conocer el sistema, parpadearía en Morse.
Pongo el índice sobre el detector. Pita. Se lo piensa. Pita de nuevo. 'Acceso correcto'. Soy el número treinta y cuatro. Entro en la habitación. En su interior, quince personas a las que únicamente conozco de vista. Teclean, se aburren.
Eres demasiado joven para encadenarte. Demasiado egoísta, demasiado infantil. Piensas en lo tuyo pero no lo agarras. No lo trabajas tanto como deberías.
Ella dijo que eres lo más importante del mundo. Todos lo somos.
l curro. Las piernas me duelen cosa mala. No paran de moverse. El difusor de agua es un cabrón. Te la sirve a grado y medio. Y seguro que está envenenada. O algo peor. La subnormal de la cara taladrada me regaña.
Eres un inútil. No das un palo al agua. Eres un inútil. Lo único que haces es levantarte a la una. Eres un inútil. Lo único que haces es pasarte el santo día tirado en el sofá. ERES UN INÚTIL.