El dolor de tripa. Las mismas trabas a la hora de narrar. Todo le suena pretencioso, envasado, artificial. Debe recuperar la furia de días pasados. Entonces, las historias brotaban como pus. Removían mentalidades. Eso es lo que trata de hacer. Volver al kilómetro cero. No sentirse contaminado por la lecturas. O los visionados. Ser uno. Bueno o malo: da igual. Sólo sincero. Es lo único que importa.
Que os follen, escritores pastelosos, falsos y autocomplacidos. No merecéis ningún respeto. Sois mierda blanda.
Despierto aturdido entre sábanas sudadas. Las siestas de más de dos horas te vapulean así. Ella ronca débilmente a mi espalda. Sus largos brazos me rodean.
El jefe jefazo tiene cara de mala hostia. Lleva el pelo de oreja a oreja, como lamido por un choto. Camisa azul, por dentro del pantalón, como sujeción para su barriga colgandera.
Te dicen que abras un blog. Que pienses en el lector medio. Que te asocies con una editorial online. Que compres el servicio de maquetación y de diseño de cubierta. Que spamees a tus contactos del Facebook. Que se lo cuentes al vecino.