La palabra, de Ángel González | Poema

    Poema en español
    La palabra

    Hace miles de años, 
    alguien, 
    un esclavo quizá, 
    descansando a la sombra de los árboles, 
    furtivamente, 
    en un lugar aislado 
    del fértil territorio 
    conquistado por su dueño el guerrero, 
    al contemplar los campos 
    regados por el río 
    -probablemente 
    no ocurrió nada así: 
    reconstruyo, sin datos, una escena 
    que nadie sabe cómo ha sucedido- 
    y ver cómo otros hombres 
    cuidaban de las viñas, podaban 
    los olivos, transportaban el agua 
    que habría de mojar la tierra donde 
    crecían las hortalizas, 
    o conducían los rebaños hacia el monte, 
    o extraían la miel de las colmenas 

    -me parece escuchar el rumor duro 
    del estío, 
    las metálicas hojas de los árboles 
    (perdida su humedad) crujiendo casi 
    al ser rozadas por el seco viento, 
    el batir firme y alto de las alas 
    de águila, la viva luz 
    aplastándolo todo con su peso-, 
    y fijándose acaso especialmente 
    en el volumen firme e insinuado 
    bajo el gastado lino 
    del vientre grávido de una mujer joven, 
    cerró los ojos 
    (el hombre que miraba todo aquello) 
    y articuló un suspiro 
    o bien dijo un sollozo, o algo semejante 
    que repitió y creció, y dejó su pecho 
    estremecido -así la rama 
    abandonada por un pájaro... 

    Igual que un pájaro 
    salta desde una rama, 
    de este modo 
    surgió en el aire limpio de aquel día 
    la palabra: 
    amor. 
    Era 
    suficiente. 

    Pronunciada primero, 
    luego escrita, 
    la palabra pasó de boca en boca, 
    siguió de mano en mano, 
    de cera en pergamino, 
    de papel en papel, 
    de tinta en tinta, 
    fue tallada en madera, 
    cayó sobre las láminas 
    olorosas y blancas, 
    y llegó hasta nosotros 
    impresa y negra, viva 
    tras un largo pasaje por los siglos 
    llamados de oro, 
    por las gloriosas épocas, 
    a través de los textos conocidos 
    con el nombre de clásicos más tarde. 
    Retrotraerse a un sentimiento puro, 
    imaginar un mundo en sus pre-nombres, 
    es imposible ahora. 

    La palabra fue dicha para siempre. 
    Para todos, también. 
    Yo la recojo, 
    la elijo entre las otras muchas, 
    la empaño con mi aliento 
    y la lanzo, 
    pájaro o piedra, 
    de nuevo al aire, 
    al sol, 
    hoy 
    (rostros, árboles, 
    nubes: todo es distinto en esta 
    primavera. En el vaso, 
    el agua huele a río. 
    Como una larga cabellera, el viento 
    ondea por las calles y se abate 
    de pronto 
    rizado y frío sobre el suelo. 
    Y en ocasiones, 
    ¿por qué mi pensamiento 
    no acompaña a mis ojos 
    y se aleja 
    de lo que ven, perdido 
    y a la vez fijo en algo...?) 
    porque quiero. 

    Ángel González, uno de los más destacados representantes de la llamada generación del medio siglo, ha publicado los siguientes libros de poemas: Áspero mundo (1956), Sin esperanza, con convencimiento (1961), Grado elemental (Premio Antonio Machado, 1962), Palabra sobre palabra (1965), Tratado de urbanismo (1967 y 1976), Breves acotaciones para una biografía (1971), Procedimientos narrativos (1972), Muestra de algunos procedimientos narrativos y de las actitudes sentimentales que habitualmente comportan (1976, segunda edición aumentada y corregida, 1977), «Harsh World» and Other Poems (edición bilingüe, 1977), Prosemas o menos (1985), Deixis en fantasma (1992) y Otoños y otras luces (2001). Se le deben asimismo los libros ensayísticos Juan Ramón Jiménez (1973), El grupo poético de 1927 (1976), Gabriel Celaya (1977) y Antonio Machado (1979). En 1985 obtuvo el Premio Príncipe de Asturias de las Letras, y en 1996 el Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana. En este mismo año fue elegido miembro de la Real Academia Española, y tomó posesión al año siguiente. En 1968 apareció por primera vez en un solo volumen, bajo el título de Palabra sobre palabra, toda la poesía publicada hasta entonces por Ángel González, actualizada en posteriores ediciones (1972, 1977 y 2003).

    • La lágrima fue dicha. 

      Olvidemos 
      el llanto 
      y empecemos de nuevo, 
      con paciencia, 
      observando las cosas 
      hasta hallar la menuda diferencia 
      que las separa 
      de su entidad de ayer 
      y que define 
      el transcurso del tiempo y su eficacia. 

    • Ayer fue miércoles toda la mañana. 
      Por la tarde cambió: 
      se puso casi lunes, 
      la tristeza invadió los corazones 
      y hubo un claro 
      movimiento de pánico hacia los 
      tranvías 
      que llevan los bañistas hasta el río. 

    • Domingo, flor de luz, casi increíble 
      día. Bajas sobre la tierra 
      como un ángel inútil y dorado. 
      Besas 
      a las muchachas 
      de turbia cabellera, 
      vistes de azul marino 
      a los hombres que te aman, y dejas 
      en las manos del niño 
      un aro de madera 

    • Hace miles de años, 
      alguien, 
      un esclavo quizá, 
      descansando a la sombra de los árboles, 
      furtivamente, 
      en un lugar aislado 
      del fértil territorio 
      conquistado por su dueño el guerrero, 
      al contemplar los campos 
      regados por el río