Entre todos los bares de este mundo he venido a este bar para encontrarte, furtiva como siempre, para rozar la piel de tus esquinas.
Y cómo me hace daño tu cansancio -ya sabes que mañana es cada lunes- esa vieja, tristísima, memoria de buscarle sentido a algo que bulle como se abre una flor, así, de golpe.
Manías de la ausencia y tus nostalgias. Te noto tan cansado... Quiero dormir contigo. Busca sólo un poco más de sueño y de tabaco. Quiero morir contigo. ¿Por qué no me prometes un cumpleaños más? Las arrugas ahí sí que son cosas serias o el paso de los días, con mis pechos que bajan a acariciar tus manos. Y luego cuando un labio nos elude en la piel de las ingles, ay, no muerdas, y nos brinca por dentro... Pero ahora llega el tren como un viejo caballo del National qué diestro en los obstáculos, qué sucia su taberna, qué mediodía oscuro al despedirte. Te veo tan delgado con tus causas perdidas, tus canas en la llama de la copa, mi amargo luchador,. sonriendo lentamente, como si te murieras.
La vida siempre acaba mal. Siempre promete más de lo que da y no devuelve nunca el furor, el entusiasmo que pusimos al apostar por ella. Es como si cobrase en oro fino la calderilla que te ofrece y sus deudas pendientes -hoy por hoy-
Esta fría mañana tan cerca de diciembre no tomé el desayuno, no he leído el periódico, no me metí en la ducha después de la gimnasia (esta oscura mañana no quise hacer gimnasia) no subí la persiana para asomarme al cielo
No es fácil cambiar de casa, de costumbres, de amigos, de lunes, de balcón. Pequeños ritos que nos fueron haciendo como somos, nuestra vieja taberna, cerveza para dos. Hay cosas que no arrastra el equipaje: el cielo que levanta una persiana,