Caminaba el Conde Olinos la mañana de San Juan, por dar agua a su caballo en las orillas del mar. Mientras su caballo bebe él se ponía a cantar: -Bebe, bebe, mi caballo, Dios te me libre de mal, Dios te libre en todo tiempo de las furias de ese mar. Las aves que iban volando se paraban a escuchar porque les gustaba mucho aquel tan dulce cantar. La reina que lo escuchaba a su hija fue a buscar: -Oye, hija, cómo canta la sirena de la mar. -No es la sirenita, madre, la que dice ese cantar. Es la voz del Conde Olinos que por mí penando va. -Pues si es el Conde Olinos yo lo mandaré a matar. ¡Vengan pronto, mis soldados, al Conde Olinos matad! Él murió a la madrugada, ella, a los gallos cantar. A los dos los enterraron en medio de un platanal. Dos arbolitos crecieron en aquel mismo lugar; ni en la vida, ni en la muerte los pudieron apartar.
«En la mayor parte de la historia, Anónimo era una mujer» Virginia Woolf
En París está doña Alda, la esposa de don Roldán, trescientas damas con ella para bien la acompañar: todas visten un vestido, todas calzan un calzar, todas comen a una mesa, todas comían de un pan. Las ciento hilaban el oro, las ciento tejen cendal,
... Levantóse la casada una mañana al jardín, dicen que a gozar del fresco: «¡Más le valiera dormir!» Esperando a su galán a sueño breve y sutil, le ha dado amor mala noche. «¡Más le valiera dormir!» Sobre la madeja bella
Lunes era, lunes de Pascua florida, guerrean los moros los campos de Oliva. ¡Ay campos de Oliva, ay campos de Grana, tanta buena gente llevan cautivada! ¡Tanta buena gente que llevan cautiva!, y entre ellos llevaban
—Sola me estoy en mi cama namorando mi cojín; ¿quién será ese caballero que a mi puerta dice «Abrid»? —Soy Bernal Francés, señora, el que te suele servir de noche para la cama, de día para el jardín.
-¡Abenámar, Abenámar, moro de la morería, el día que tú naciste grandes señales había! Estaba la mar en calma, la luna estaba crecida, moro que en tal signo nace no debe decir mentira.
Estáse la gentil dama paseando en su vergel, los pies tenía descalzos, que era maravilla ver; desde lejos me llamara, no le quise responder. Respondile con gran saña: -¿Qué mandáis, gentil mujer? Con una voz amorosa
Un sueño soñaba anoche soñito del alma mía, soñaba con mis amores, que en mis brazos los tenía. Vi entrar señora tan blanca, muy más que la nieve fría. -¿Por dónde has entrado, amor? ¿Cómo has entrado, mi vida? Las puertas están cerradas, ventanas y celosías.
Que por mayo era, por mayo, cuando hace la calor, cuando los trigos encañan y están los campos en flor, cuando canta la calandria y responde el ruiseñor, cuando los enamorados van a servir al amor; sino yo, triste, cuitado,