Romance de Don Bueso, de Anónimo | Poema

    Poema en español
    Romance de Don Bueso

    Lunes era, lunes 
    de Pascua florida, 
    guerrean los moros 
    los campos de Oliva. 
    ¡Ay campos de Oliva, 
    ay campos de Grana, 
    tanta buena gente 
    llevan cautivada! 
    ¡Tanta buena gente 
    que llevan cautiva!, 
    y entre ellos llevaban 
    a la infanta niña; 
    cubierta la llevan 
    de oro y perlería, 
    a la reina mora 
    la presentarían. 
    —Toméis, vos, señora, 
    esta cautivita, 
    que en España toda 
    no la hay tan bonita; 
    toméis vos, señora, 
    esta cautivada, 
    que en todo tu reino 
    no la hay tan galana. 
    No la quiero, no, 
    a la cautivita, 
    que el rey es mancebo, 
    la enamoraría. 
    —No la quiero, no, 
    a la cautivada, 
    que el rey es mancebo, 
    la enamorara. 
    —Mandadla, señora, 
    con el pan al horno, 
    allí dejará 
    hermosura el rostro; 
    mandadla, señora, 
    a lavar al río, 
    allí dejará 
    hermosura y brío. 

    Paños de la reina 
    va a lavar la niña; 
    lloviendo, nevando, 
    la color perdía; 
    la niña lavando, 
    la niña torciendo, 
    aun bien no amanece 
    los paños tendiendo. 

    Madruga Don Bueso 
    al romper el día, 
    a tierra de moros 
    a buscar amiga. 
    Hallóla lavando 
    en la fuente fría: 
    —Quita de ahí, mora, 
    hija de judía, 
    deja a mi caballo 
    beber agua limpia. 
    —¡Reviente el caballo 
    y quien lo traía!, 
    que yo no soy mora 
    ni hija de judía, 
    sino una cristiana 
    que aquí estoy cautiva. 
    —¡Oh qué lindas manos 
    en el agua fría!, 
    ¿si venís, la niña, 
    en mi compañía? 
    ¡Oh qué blancas manos 
    en el agua clara! 
    ¿si queréis, la niña, 
    venir en compaña? 
    —Con un hombre solo 
    yo a fe no me iría, 
    por los altos montes 
    miedo te tendría. 
    —Juro por mi espada, 
    mi espada dorida, 
    de no hacerte mal, 
    más que a hermana mía. 
    —Pues ir, caballero, 
    de buen grado iría. 
    ¿Paños de la reina 
    yo qué los haría? 
    —Los de grana y oro 
    tráelos, vida mía, 
    los de holanda y plata 
    al río echarías. 
    Y digas, la niña, 
    la niña garrida, 
    ¿has de ir en las ancas 
    o has de ir en la silla? 
    —Montaré en las ancas 
    que es más honra mía. 

    Tomóla don Bueso, 
    a ancas la subía. 
    Tierras van andando, 
    tierras conocía, 
    tierras va mirando 
    da en llorar la niña. 
    —¿Por qué lloras, flor, 
    por qué lloras, vida?, 
    ¡maldígame Dios 
    si yo mal te haría! 
    —¡Ay campos de Grana, 
    ay campos de Oliva, 
    veo los palacios 
    donde fui nacida! 
    Cuando el rey mi padre 
    plantó aquí esta oliva, 
    él se la plantaba, 
    yo se la tenía, 
    mi madre la reina 
    bordaba y cosía, 
    yo como chiquita 
    la seda torcía, 
    mi hermano don Bueso 
    los toros corría; 
    yo como chiquita 
    la aguja enhebraba, 
    mi hermano don Bueso 
    caballos domaba. 

    ¡Abrid puertas, madre, 
    puertas de alegría, 
    por traeros nuera 
    traigo vuestra hija! 
    —¡Si me traes nuera, 
    sea bien venida! 
    Para ser mi hija, 
    ¡qué descolorida! 
    —¿Qué color, mi madre, 
    qué color quería, 
    si hace siete años 
    que pan no comía, 
    si no eran los berros 
    de una fuente fría 
    do culebras cantan, 
    caballos bebían? 
    ¡Si no eran los berros 
    de unas aguas margas 
    do caballos beben 
    y culebras cantan! 
    ¡Válgame Dios, valga, 
    y Santa María! 
    ¡Ay campos de Grana, 
    ay campos de Oliva!

    «En la mayor parte de la historia, Anónimo era una mujer» Virginia Woolf