Paseábase el Rey moro por la ciudad de Granada
desde la puerta de Elvira hasta la de Vivarrambla.
-'¡Ay de mi Alhama!'
Cartas le fueron venidas que Alhama era ganada:
las cartas echó en el fuego y al mensajero matara.
-'¡Ay de mi Alhama!'
Descabalga de una mula, y en un caballo cabalga;
por el Zacatín arriba subido se había al Alhambra.
-'¡Ay de mi Alhama!'
Como en el Alhambra estuvo, al mismo punto mandaba
que se toquen sus trompetas, sus añafiles de plata.
-'¡Ay de mi Alhama!'
Y que las cajas de guerra apriesa toquen al arma,
porque lo oigan sus moros, los de la Vega y Granada.
-'¡Ay de mi Alhama!'
Los moros que el son oyeron que al sangriento Marte llama,
uno a uno y dos a dos juntado se ha gran batalla.
-'¡Ay de mi Alhama!'
Allí habló un moro viejo, de esta manera hablara:
-'¿Para qué nos llamas, Rey, para qué es esta llamada?'
-'¡Ay de mi Alhama!'
-'Habéis de saber, amigos, una nueva desdichada:
'que cristianos de braveza ya nos han ganado Alhama. '
-'¡Ay de mi Alhama!'
Allí habló un Alfaquí de barba crecida y cana:
-'¡Bien se te emplea, buen Rey! ¡Buen Rey, bien se te
empleara!'
-'¡Ay de mi Alhama!'
-'Mataste los Bencerrajes, que eran la flor de Granada;
'cogiste los tomadizos de Córdoba la nombrada. '
-'¡Ay de mi Alhama!'
-'Por eso mereces, Rey, una pena muy doblada;
'que te pierdas tú y el reino, y aquí se pierda Granada. '
-'¡Ay de mi Alhama!'
«En la mayor parte de la historia, Anónimo era una mujer» Virginia Woolf
En París está doña Alda, la esposa de don Roldán,
trescientas damas con ella para bien la acompañar:
todas visten un vestido, todas calzan un calzar,
todas comen a una mesa, todas comían de un pan.
Las ciento hilaban el oro, las ciento tejen cendal,
Lunes era, lunes
de Pascua florida,
guerrean los moros
los campos de Oliva.
¡Ay campos de Oliva,
ay campos de Grana,
tanta buena gente
llevan cautivada!
¡Tanta buena gente
que llevan cautiva!,
y entre ellos llevaban
... Levantóse la casada
una mañana al jardín,
dicen que a gozar del fresco:
«¡Más le valiera dormir!»
Esperando a su galán
a sueño breve y sutil,
le ha dado amor mala noche.
«¡Más le valiera dormir!»
Sobre la madeja bella
—Sola me estoy en mi cama
namorando mi cojín;
¿quién será ese caballero
que a mi puerta dice «Abrid»?
—Soy Bernal Francés, señora,
el que te suele servir
de noche para la cama,
de día para el jardín.
-¡Abenámar, Abenámar, moro de la morería,
el día que tú naciste grandes señales había!
Estaba la mar en calma, la luna estaba crecida,
moro que en tal signo nace no debe decir mentira.
Que por mayo era, por mayo,
cuando hace la calor,
cuando los trigos encañan
y están los campos en flor,
cuando canta la calandria
y responde el ruiseñor,
cuando los enamorados
van a servir al amor;
sino yo, triste, cuitado,
Estáse la gentil dama
paseando en su vergel,
los pies tenía descalzos,
que era maravilla ver;
desde lejos me llamara,
no le quise responder.
Respondile con gran saña:
-¿Qué mandáis, gentil mujer?
Con una voz amorosa
Un sueño soñaba anoche soñito del alma mía,
soñaba con mis amores, que en mis brazos los tenía.
Vi entrar señora tan blanca, muy más que la nieve fría.
-¿Por dónde has entrado, amor? ¿Cómo has entrado, mi vida?
Las puertas están cerradas, ventanas y celosías.