Llamarán a tu puerta una tarde cualquiera. Y no se sabe quién habrá dejado en el suelo un paquete para ti. MUY FRÁGIL, dice al dorso. Lo remite Pandora. Albergue de montaña en el Olimpo. Grecia la Vieja. Sí, parece su otra caja, la caja fascinante, la olvidada, la que nunca abrió nadie, la que escondía el Tiempo en algún zulo, la que cruzara intacta por los mitos, la que nunca extrajeron los viejos arqueólogos ni indagaron los más serios poetas y que -mira por dónde- aparece en tu puerta, inesperada. Contiene la mordaza, ya suelta, de Pandora, venenos para dar a las palabras que usurparon el trono tantos siglos, ese brillo del no, el cinismo de Hermes, hondas para romper los espejismos de las formas dañinas del amor y palabras vibrantes y fresquísimas dispuestas a pisar, como gacelas, las lenguas gangrenadas e inservibles.
(Algo queda en el fondo. No lo mires. Cuídate de Pandora: es el olvido).
Si llaman a tu puerta cualquier día, si traen un mensaje de muy lejos, mira la dirección del remitente porque a veces los dioses, caprichosos, rectifican el mundo en cajas nuevas.
Llamarán a tu puerta una tarde cualquiera. Y no se sabe quién habrá dejado en el suelo un paquete para ti. MUY FRÁGIL, dice al dorso. Lo remite Pandora. Albergue de montaña en el Olimpo. Grecia la Vieja.
En la toma perfecta, cuando el guión es bueno y los actores fingen dignamente ser héroes, el tiempo marca estrías, va apagando uno a uno los focos y la banda sonora se interrumpe. Sensación de pantalla desgarrada la insuficiencia siempre de vivir.
Vendo roca de Sísifo, añeja, bien lustrada, llevadera, limada por los siglos, pura roca de infierno. Para tediosos y desesperados, amantes del absurdo o para culturistas metafísicos. Almohadilla de pluma para el hombro sin coste adicional.
Acodada en la barra o la terraza me miro desde lejos como dicen que se miran los que han estado muertos: un fulgor en el vaso me resume lo helado de los años. Vértigo de un rodaje discontinuo, fotogramas vacíos que huyen. Eso sí,