Hasta nosotros la infancia de los metales raros, de Blanca Andreu | Poema

    Poema en español
    Hasta nosotros la infancia de los metales raros

    Hasta nosotros la infancia de los metales raros, 
    la muchedumbre de la plata que nos pudre en su espuma, 
    su larga espuma larga como una cinta que naciera en un 
    cuaderno del Bach el Joven 
    Y viniera a morir aquí, 
    en las aves que anidan en los discos, 
    mientras Rainer María ya no es tan joven como en la página 38, 
    no es ni siquiera un joven muerto, 
    un infante difunto sin pavana, 
    y yo lo sé, 
    y no desfallecemos, 
    yo me desmayo, 
    tú te desvaneces, 
    él siente un ligero mareo sin llegar a la náusea 
    escrita o no escrita. 
    Ay, bostezamos ante tazas de azul de metileno, 
    aspiramos con aire distante el amoníaco, 
    nos hastiamos frente al alto sonido del vitriolo, 
    nos coronamos de veronal, 
    pues no encontramos hoja más aguda. 

    Mi hermano busca el cetro de mil alas de Heliogábalo, 
    aquellos niños prefieren la tiara papal, 
    y estos pequeños cíclopes enfermos del pulmón 
    que bajan de autobuses o de la marihuana, 
    y son hermosos como hermafroditas, 
    se coronan de cipreses de silos color vino: 
    no han encontrado un árbol más agudo. 
    Pero qué más da, el vaivén de sus cuerpos es vano y terrible, 
    y en absoluto excesiva la droga seria que se teje en la sangre, 
    las inyecciones de grave savia, 
    el hierro y el mercurio en las arterias haciendo de armadura 
    y filtro, 
    el casco negro y la zarza negra de ningún caballero andante. 

    Como en mi medieval historia, 
    cuando ardían las piedras colegiales 
    para las brechas en la frente 
    y el cuerpo me dotaba de opio recién nacido, 
    la hora propia nos confunde, 
    nos hace himnos o hijos del antiguo caballo mitológico 
    y de una niña triste con la vena extendida, 
    de una aguja levantada por nieve increíble, 
    por amarillo de palomas persas: 
    hablemos de los caballos padres, 
    hagamos alusión a los cascos secretos que nos darán la paz 
    y a las bridas ningunas, 
    a las futuras crines delicadamente angustiadas, 
    hablemos de los caballos padres que nos traerán la muerte 
    y de la luna anfetamina, 
    hablemos de la vena madre que nos traerá la dicha del fin, 
    hablemos de la virgen bebida extrema, 

    no hablemos sino del litoral y las vertientes de la locura que 
    posee a los hombres en los parques y ordena, 

    sino del puñalito que coronará la arteria coronaria como 
    diadema suma 
    con la hoja infantil del metal más raro y más agudo del 
    mundo.