Horas de junio, de Carlos Pellicer | Poema

    Poema en español
    Horas de junio

    Amor así, tan cerca de la vida, 
    amor así, tan cerca de la muerte. 
    Junto a la estrella de la buena suerte 
    la luna nueva anúnciate la herida. 

    En un cielo de junio la escondida 
    noche te hace temblar pálido y fuerte; 
    el abismo creció por conocerte 
    robando al riesgo su sorpresa henchida. 

    Hiéreme así, dejándome en la herida 
    la sangre que no cuaja ni la muerte 
    —la llaga con la sangre de la vida—. 

    Ya estás herido por mi propia suerte 
    y somos la catástrofe emprendida 
    con todo nuestro ser desnudo y fuerte. 

    Éramos la materia de los cielos 
    que en círculos inútiles perece 
    sin dar el fuego cósmico que crece 
    sino apenas el ritmo de sus vuelos. 

    Energía de idénticos anhelos 
    que aleja y avecina y que los mece, 
    juntó en choque de fuerzas luz que acrece 
    la sombra en tierra de sus hondos cielos. 

    Y buscándome en ambos nuestra suerte 
    fluyó hacia tu esbeltez la fuerza fuerte 
    que al fin su espacio halló propio y profundo. 

    Salgo de ti y estoy en tu tristeza, 
    sales de mí y estás en tu belleza. 
    Las estrellas nos ven: ya hay otro mundo. 

    Eso que no se dice ni se canta 
    es sólo un nombre ¿acaso es un suspiro? 
    En la sangre celeste de un zafiro 
    tiene lugar, y tiempo, y voz levanta. 

    ¿En qué número numen, qué garganta, 
    qué secreto feliz, a cuál retiro 
    donde sólo el suspiro de un suspiro 
    pase, te he de esconder, ventura tanta? 

    Si estas manos vacías ya están llenas 
    al pensar en tu ser —lecho de arenas 
    con que las aguas doran su camino—, 

    donde ponerlas, manos asombradas 
    de mostrarse desnudas al destino 
    y levantar al cielo llamaradas.