Resurrección, de Cecilia Meireles | Poema

    Poema en español
    Resurrección

    No cantes, no cantes, porque vienen de lejos los náufragos, 
    vienen los presos, los tuertos, los monjes, los oradores, 
    los suicidas. 
    Vienen las puertas, de nuevo, y el frío de las piedras, 
    de las escalinatas, 
    y, con un ropaje negro, aquellas dos manos antiguas. 
    Y una vela de móvil llama humeante. Y los libros. Y 
    las escrituras. 
    No cantes, no. Porque era la música de tu 
    voz lo que se oía. Soy una muerta reciente, aún 
    con lágrimas. 
    Alguien escupió distraídamente sobre mis pestañas. 
    Por eso vi que ya era tarde. 

    Y dejé en mis pies quedarse el sol y andar las moscas. 
    Y de mis dientes se escurrió una lenta saliva. 
    No cantes, pues trencé mis cabellos, ahora, 
    y estoy ante el espejo, y sé bien que ando en fuga. 

    • No cantes, no cantes, porque vienen de lejos los náufragos, 
      vienen los presos, los tuertos, los monjes, los oradores, 
      los suicidas. 
      Vienen las puertas, de nuevo, y el frío de las piedras, 
      de las escalinatas, 
      y, con un ropaje negro, aquellas dos manos antiguas. 

    • Yo, sí -¿Pero y la estrella de la tarde, que subía y descendía 
      de los cielos cansada y olvidada? 
      ¿Y los pobres, que golpeaban las puertas, sin resultado, haciendo 
      vibrar la noche y el día con su puño seco?