Hay que estar ebrio siempre. Todo reside en eso: ésta es la única cuestión. Para no sentir el horrible peso del Tiempo que nos rompe las espaldas, y nos hace inclinar hacia la tierra, hay que embriagarse sin descanso. Pero, ¿de qué? De vino, de poesía o de virtud, como mejor les parezca, Pero embriáguense.
Y si a veces, sobre las gradas de un palacio, sobre la verde hierba de una zanja, en la soledad huraña de su cuarto, la ebriedad ya atenuada o desaparecida ustedes se despiertan pregunten al viento, a la ola, a la estrella, al pájaro, al reloj, a todo lo que huye, a todo lo que gime, a todo lo que rueda, a todo lo que canta, a todo lo que habla, pregúntenle qué hora es; y el viento, la ola, la estrella, el pájaro, el reloj, contestarán: ¡Es hora de embriagarse!
Para no ser los esclavos martirizados del Tiempo, ¡embriáguense, embriáguense sin cesar! De vino, de poesía o de virtud, como mejor les parezca.
No a todos les es dado tomar un baño de multitud; gozar de la muchedumbre es un arte; y sólo puede darse a expensas del género humano un atracón de vitalidad aquel a quien un hada insufló en la cuna el gusto del disfraz y la careta, el odio del domicilio y la pasión del viaje.
Los chinos ven la hora en los ojos de los gatos. Cierto día, un misionero que se paseaba por un arrabal de Nankin advirtió que se le había olvidado el reloj, y le preguntó a un chiquillo qué hora era.
Yo soy como ese rey de aquel país lluvioso, rico, pero impotente, joven, aunque achacoso, que, despreciando halagos de sus cien concejales, con sus perros se aburre y demás animales. Nada puede alegrarle, ni cazar, ni su halcón,
Rubens, río de olvido, jardín de la pereza, almohada de carne fresca donde no se puede amar, pero donde la vida afluye y se agita sin cesar, como el aire en el cielo y la mar en el mar;
El sol se ha cubierto con un crespón. Como él, ¡oh, Luna de mi vida! arrópate de sombra; duerme o fuma a tu agrado; permanece muda, sombría, y húndete íntegra en el abismo del Hastío;
La Natura es un templo donde vividos pilares dejan, a veces, brotar confusas palabras; el hombre pasa a través de bosques de símbolos que lo observan con miradas familiares.
Mi juventud no fue sino un gran temporal atravesado, a rachas, por soles cegadores; hicieron tal destrozo los vientos y aguaceros que apenas, en mi huerto, queda un fruto en sazón.