Esmeradamente sintonizado con
la canción de un pez
estaba en la cocina
a medio camino de la locura
soñando con la España
de Hemingway.
Hace bochorno, como se suele decir,
no puedo respirar,
he cagado y
he leído las páginas de deportes,
he abierto la nevera,
he visto un trozo de carne
morada
y la he vuelto a dejar
allí.
El lugar en el que encontrar el centro
es en el límite
ese repiqueteo en el cielo
no es más que una cañería
que vibra.
Cosas terribles avanzan por las
paredes; flores de cáncer crecen
en el porche; a mi gato blanco
le arrancaron un ojo
y sólo quedan 7 días
de carreras
de la temporada veraniega.
La bailarina nunca llegó del
Club Normandy
y Jimmy no trajo a la
furcia,
pero hay una postal desde
Arkansas
y un impreso retornable de Food King:
10 días gratis en Hawai,
todo lo que hay que hacer
es rellenarlo
pero no quiero ir a
Hawai
quiero la furcia con ojos de pelícano
ombligo de bronce
y
corazón de marfil.
Saco el trozo de carne
morada,
lo echo a la
sartén.
Entonces suena el teléfono.
Caigo sobre una rodilla
y ruedo bajo
la mesa. Allí me quedo
hasta que deja de sonar.
Después me levanto y
pongo
la radio.
No me extraña que Hemingway fuera
un borracho, ¡maldita España!
Yo tampoco puedo
soportarla.
Hace un bochorno
tan grande.