Escucha, le dije,
¿Por qué no me metes
la lengua en el culo?
No, dijo ella.
Bueno, dije yo, ¿Si te meto mi lengua
en tu culo primero
lo harás tú luego?
Vale, dijo.
Metí mi cabeza por abajo
y observé,
separé un poco,
luego saqué mi lengua…
Ahí no, dijo ella.
oh, ahahah, ahí no, ¡no es
el lugar apropiado!
Vosotras mujeres tenéis más agujeros que
un queso suizo…
No quiero
que lo hagas.
¿Por qué?
Bueno, luego me tocará hacerlo a mí
y entonces en la próxima fiesta
tú le contarás a todos que te lamí el culo
con mi lengua.
¿Supón que prometo no contarlo?
Te emborracharás, lo contarás.
O.k., le dije, date la vuelta,
La meteré en el
otro lado.
Ella se giró y metí mi lengua
en ese otro lado.
Estábamos enamorados
Estábamos enamorados
a menos que lo contase
en las fiestas
y no estábamos enamorados
de los agujeros de nuestros culos.
Ella quiere que yo le escriba un poema de amor
pero pienso que si la gente
no puede amar los agujeros de sus culos
y sus pedos
y sus mierdas
y sus partes horribles
igual que aman
las partes buenas
no tiene ese amor tan pleno.
Así
tan lejos como van los poemas de amor
tan lejos como hemos ido nosotros
este poema tendrá que bastar.