Sonetos del arcángel, de Claudia Lars | Poema

    Poema en español
    Sonetos del arcángel

    1
     

    Quiero, para nombrarte, voz tan fina 
    y tan honda... conciencia de la rosa, 
    eje del aire, llama melodiosa, 
    cambiante y desolada voz marina. 

    Vaivén de arrullo, trémolo a sordina, 
    rumor que el mundo y el azul rebosa; 
    arpegio de la escala luminosa 
    donde el canto de amor sube y se afina. 

    Para nombrarte debo ser tan clara 
    como lira perfecta que tocara 
    mano imposible, de belleza viva. 

    Y ha de vibrar dulcísimo tu nombre 
    -verbo del ángel, música del hombre- 
    en mi delgada lengua sensitiva. 





    ¡Amor, pequeño amor, amor gigante! 
    Gusanillo de luz y sol de Enero. 
    Playa de siglos, clima del instante, 
    ancla fija en el golfo marinero. 

    Almena sobre rumbos del levante. 
    Alta señal de guía y de pionero. 
    Espejo que refleja la distante 
    línea de lo perfecto y verdadero. 

    Por ti, devotamente, a toda hora, 
    alza mi ensueño su celeste llama 
    y se humilla la carne pecadora. 

    Para seguir tus huestes he nacido: 
    ¡Símbolo eterno que mi voz proclama, 
    alado capitán jamás vencido! 





    Amor, eres radiante como el día 
    y como el agua transparente y puro; 
    vienes de la más clara lejanía 
    como un panal de sol, rico y maduro. 

    Por ti el silencio cambia en armonía 
    su angustia singular, su anillo oscuro, 
    y anuncian resplandores del futuro 
    el vuelo de una azul pajarería. 

    Y yo, que siento ante la luz la viva 
    atracción que domina y que cautiva 
    al mirasol girante y empinado; 

    busco tu claridad de maravilla 
    y en lo solar, como una flor sencilla, 
    define el corazón forma y estado. 





    Se alza mi corazón... rosa de vida, 
    con musical fragancia y miel de aurora, 
    y es una dulce y nueva flor cantora 
    en el rosal eterno suspendida. 

    Río del ansia copia y enamora 
    su soledad vibrante y conmovida, 
    mas para ser tu rosa preferida 
    es intocada rosa trepadora. 

    La envuelve lo celeste, sólo sabe 
    de la pureza que en el aire cabe 
    y de tu clara y alta perfección. 

    Y en un tallo invisible se levanta 
    hasta la suave curva de tu planta 
    la rosa de mi absorto corazón. 





    Nada puede igualarte... ni la estrella 
    que es ojo y brasa, joya y flor deseada; 
    ni la flor -ala tímida- clavada 
    al barro humilde que la forma sella. 

    Palma de sangre, fugitiva huella, 
    criatura y ángel, brisa y llamarada; 
    para tejer tu gracia ilimitada 
    toda cosa prestó su línea bella. 

    Porque sé que en lo bello lo divino 
    guarda el poder de misterioso rayo 
    que vuelve el lodo humano cristalino; 

    mi gajo en madurez, mi flor de mayo, 
    trémulos -en el goce y la dulzura- 
    han sido ofrenda a la belleza pura. 





    Te elevo sobre el mundo y el ensueño, 
    ¡escultura de luz, de aroma y canto! 
    Ala impaciente, roce de tu manto, 
    tácito y puro en vida y en diseño. 

    Te sostiene mi verso, tan pequeño 
    -piedra de espuma, base del encanto- 
    y en vigilias y vórtices de llanto 
    sierva soy al servicio de mi dueño. 

    Toda belleza en ti dobla su gracia, 
    toda gracia precisa sus virtudes, 
    toda virtud aumenta su eficacia. 

    Se alza de mi verdad tu nombre fuerte 
    y en espacio de soles y laúdes 
    quiebra el ángulo frío de la muerte. 





    Te busca el hombre, terco y confundido, 
    ¡sol que al ojo cobarde ha deslumbrado! 
    ¡dardo de lo infinito que has herido 
    con punta de virtud mente y costado! 

    Sosteniendo el valor de su latido, 
    arrastrando su carne de pecado, 
    es ala de ansiedad, niño perdido, 
    queriendo conocer lo adivinado. 

    Y va, con soledad de espina y hielo, 
    buscando por el mundo y por el cielo 
    lo que en milagro le será ofrecido. 

    Y te vislumbra, intacto y silencioso, 
    resuelto en torbellinos sin reposo 
    y entre prismas de lágrimas erguido. 



    8
     

    ¿Llena tu blanco fuego mi sentido? 
    ¿Hablo de mi camino transparente, 
    del nombre que me habita, del viviente 
    a veces escuchado y comprendido? 

    Crece una luz... su vuelo, su latido 
    son el poder de la criatura ardiente: 
    ángel guardián, amigo de mi frente, 
    memoria de un país que casi olvido. 

    Celeste donador: sin ti sería 
    la tierra negro aliento, masa fría, 
    isla ciega en las noches de su nada. 

    Ángel: cantemos el fulgor desnudo, 
    tus alas encendidas y tu escudo 
    y en mis ojos la tierra iluminada.