Dos monos allá en Tetuán,
personas muy principales,
eran en todo rivales
y en todo con grande afán.
Dioles la rivalidad
por hacerse, a estos señores,
de la industria protectores
con pública utilidad.
Los ilustres adversarios
dos fábricas de tejidos
establecen, escogidos
llevando los operarios.
Pero el más inteligente
ni con mucho se aproxima
a los productos que el clima
exige, en extremo ardiente.
¿Cómo hacer telas ligeras,
decían con impaciencia,
si absoluta es la carencia
de las materias primeras?
Y habiendo reflexionado
los directores rivales,
en busca de materiales
mandan su comisionado.
El uno, teniendo en cuenta
no más de la economía,
a un mono ignorante envía
que con poco se contenta.
El otro, un mono instruido
busca para esta misión,
dando por la comisión,
salario fijo y crecido.
Vienen a comprar a España
pagando en buena moneda,
uno capullos de seda,
y el otro telas de araña.
«¡Qué compra! -decía el necio-.
¡Qué sutil saldrá el vestido!
;Si está ya rnedio tejido!
¡Y por tan ínfimo precio!»
Llegan al suelo natal
con feliz navegación,
y cuenta de su misión
pónese a dar cada cual.
Entonces el gran señor
que por ahorrar dinero
se valió de un majadero,
conoce tarde su error.
Con paciencia y capital
pagó tan gran necedad,
dejando la utilidad
y la gloria a su rival.
Su parte a la inteligencia
negándole, como el mico,
siempre le parece al rico
que exige mucho la ciencia.
Y su obtuso entendimiento
no ve que, en un solo día,
destruye la tontería
más que exigiera el talento.