Pino esbelto y tranquilo, soledad de la tarde, tan concreto en la libre desolación del aire, tan alto cuando todo se confunde y abate y huye el sol a tu copa tibio y agonizante.
Cómo me fortalece la paz de tu combate, ascensión sin fatiga, raíz honda y constante.
Tu majestad envuelve el cielo sin celaje y en tu recio sosiego la tierra se complace.
Mis ojos educados en tu sediento mástil ascienden y divisan la soledad más ágil, mientras sueña el silencio sin astros y sin aves como el solo decoro de tu verde ramaje.
Pino esbelto y tranquilo, tu soledad te guarde, y consagre la mía desunida y errante, segada de su tierra, extraña de su aire, cuando aún es oro virgen la cumbre de la tarde y tú clamas e invocas el tiempo de mi carne y otro vuelo sin tiempo que se sueña y se hace.
Pino esbelto y tranquilo, soledad de la tarde, tan concreto en la libre desolación del aire, tan alto cuando todo se confunde y abate y huye el sol a tu copa tibio y agonizante.
Ya solo en mi corazón desiertamente he quedado; el alma es como una nieve extendida sobre el campo, la tierra desaparece, el cielo niega el espacio, las cosas que me rodean rechazan la luz del hábito.