La luz irrumpe donde ningún sol brilla, donde no se alza mar alguno, las aguas del corazón impulsan sus mareas; Y, como rotos fantasmas con tocas de luciérnagas las cosas de la luz desfilan por la carne, donde no hay carne alguna que atavíe los huesos.
Una vela en los muslos calienta la juventud y el semen y quema la simiente de la edad; donde ningún semen se agita, el fruto del hombre se despliega en las estrellas, lustroso como un higo; donde no hay cera alguna, muestra su pábilo la vela.
El alba irrumpe atrás de los ojos; desde ambos polos, cráneo y piel, la sangre tempestuosa como un mar se desliza; sin cercas ni vallados brotan los surtidores del cielo hacia la vara prediciendo en la sonrisa el óleo de las lágrimas.
La noche ronda en las órbitas, como una luna de alquitrán, límite de los globos; el día ilumina el hueso; donde no hay frío alguno, el ciclón deshollador desata las ropas del invierno; la película de la primavera se cuelga de los párpados.
La luz irrumpe en solares ocultos, En las crestas del pensamiento donde los pensamientos huelen en la lluvia, cuando muere la lógica, el secreto del suelo crece a través del ojo, y la sangre al sol brinca en terrenos baldíos donde el alba hace un alto.
Dylan Thomas (Swansea, Gales, 1914 - Nueva York, 1953). Poeta galés en lengua inglesa. Durante un tiempo trabajó como periodista para el South Wales Evening Post y durante la Segunda Guerra Mundial, como guionista para la BBC. Escribió también guiones radiofónicos y cinematográficos. Se dio a conocer como poeta con Dieciocho poemas (1934). Defendió sus concepciones estéticas en Retrato del artista cachorro. Murió en Nueva York el 9 de noviembre de 1953, sus últimas palabras fueron: "He bebido 18 vasos de whisky, creo que es todo un récord".
En mi oficio o mi arte sombrío ejercido en la noche silenciosa cuando sólo la luna se enfurece y los amantes yacen en el lecho con todas sus tristezas en los brazos, junto a la luz que canta yo trabajo no por ambición ni por el pan
La losa decía a fecha de su muerte. Me detuve a la vista de sus dos apellidos. Una virgen casada reposaba. Se casó en este sitio invadido de lluvias que descubrí un buen día por azar, antes que en el regazo de mi madre oyera
Cuando de pronto los cerrojos del crepúsculo ya no encerraron el largo gusano de mi dedo ni maldijeron al mar enroscado en mi puño, la boca del tiempo sorbió como una esponja el ácido lechoso en cada gozne y se tragó los líquidos del pecho hasta secarlo.
Antes que llamara y la carne me abriese, que mis líquidas manos golpearan en el vientre, yo, que era entonces informe como el agua que formaba el Jordán junto a mi casa era hermano de la hija de Mnetha y hermana del gusano que gestaba la vida.