Al principio era la estrella de tres puntas, única sonrisa de luz a través de la cara vacía; única rama de hueso a través del aire enraizado la sustancia partida que fue la médula del sol primero; y ardientes cifras en el curvo espacio iban mezclando el cielo y el infierno en su ronda.
Al principio era la firma pálida, trisílaba y estrellada como la sonrisa; y vinieron después las huellas sobre el agua, el sello de la cara acuñada en la luna; la sangre que tocaba el árbol de la cruz y el cáliz tocó la primera nube y en ella dejó un signo.
Al principio era el fuego ascendente que encendía con una chispa las atmósferas, chispa de ojos rojizos, chispa de triplicados ojos, brusca como una flor; se irguió la vida a chorros de los mares rodantes, estalló en las raíces, arrancó de la tierra y la roca los aceites secretos que impulsan la hierba.
Al principio era la palabra, la palabra que de las sólidas bases de la luz le sustrajo todas las letras al vacío; y de las bases nubladas del aliento la palabra fluyó, y al corazón tradujo los primeros indicios de nacimiento y muerte.
Al principio era la mente secreta, la mente estaba encarcelada y soldada al pensamiento antes que la pendiente se bifurcara rumbo a un sol; antes que las venas se sacudieran en sus cedazos se disparó la sangre y esparció hacia los vientos de la luz la costilla original del amor.
La fuerza que por el verde tallo impulsa a la flor impulsa mis verdes años; la que marchita la raíz del árbol es la que me destruye. Y yo estoy mudo para decirle a la encorvada rosa que la misma fiebre invernal dobla mi juventud.
La losa decía a fecha de su muerte. Me detuve a la vista de sus dos apellidos. Una virgen casada reposaba. Se casó en este sitio invadido de lluvias que descubrí un buen día por azar, antes que en el regazo de mi madre oyera
Cuando de pronto los cerrojos del crepúsculo ya no encerraron el largo gusano de mi dedo ni maldijeron al mar enroscado en mi puño, la boca del tiempo sorbió como una esponja el ácido lechoso en cada gozne y se tragó los líquidos del pecho hasta secarlo.
Antes que llamara y la carne me abriese, que mis líquidas manos golpearan en el vientre, yo, que era entonces informe como el agua que formaba el Jordán junto a mi casa era hermano de la hija de Mnetha y hermana del gusano que gestaba la vida.