En mi dedo el anillo, la guirnalda nupcial mi sien decora; de sedas y diamantes busco el brillo, y soy feliz ahora.
Y mi señor me brinda amor seguro; pero al decirme ayer cuánto me adora, tembló mi corazón, como al conjuro, de “quien cayó en la guerra”, al pie del muro, y que es feliz ahora.
Pero él tranquilizome, y en mi frente besó la palidez que lo enamora. Y he aquí que en un ensueño, vi presente, al muerto D’Elormy: -suyo, en mi frente, fue el beso; y suspiré (¡cuán dulcemente!): “-¡Ah, soy feliz ahora!”
Y si pude otorgar palabra nueva, así el voto juré, y aunque traidora, y aunque un luto de amor el alma lleva, vean brillar ese anillo que “me prueba” que soy feliz ahora.
¡Ah! ilumíneme Dios aquel pasado, pues si sueña o no sueña el alma ignora, y el corazón se oprime, y conturbado pregúntase, oh Señor, si el “Olvidado” será feliz ahora!
De todos cuantos anhelan tu presencia como una mañana, de todos cuantos padecen tu ausencia como una noche, como el destierro inapelable del sol sagrado allende el firmamento; de todos los dolientes que a cada instante
¡Ved!; es noche de gala en estos últimos años solitarios. Una multitud de ángeles alados, adornados con velos y anegados en lágrimas, se halla reunida en un teatro para contemplar un drama de esperanzas y de temores mientras