¡Ojalá mi joven vida fuese un sueño duradero! Y mi espíritu yaciera hasta que el rayo certero De la eternidad presagiara el nuevo día. ¡Sí! Aunque el largo sueño fuese de agonía Siempre sería mejor que estar despierto Para quien tuvo, desde su nacimiento En la frágil tierra, el corazón Prisionero del caos de la pasión.
Mas si ese sueño persistiera eternamente, Como mis viejos sueños infantiles Solían persistir, si aquello ocurriese, Sería absurdo esperar un milagro. Pues he soñado que el sol resplandecía En la bóveda estival, lleno de luz tardía, Y que mi corazón vagaba Por climas remotos y creados, Junto a seres imaginarios, sólo pensados Por mí, ¿qué más podría haber visto?.
Pero una vez, una única vez, y ya no lo olvidaré, Aquel extraordinario momento, un poder o no sé qué, Me hechizó, o quizás fue que el viento helado Sopló de noche y al huir dejó marcado Su rastro en mi espíritu, o quizás fue la Luna Que brilló en mis sueños con particular fortuna, O bien las estrellas, en cualquier caso, El sueño fue como ese viento: dejémosle pasar.
Yo he sido feliz, aunque fuera en sueños. Fui feliz, y los adoro: ¡Sueños! Tanto por su colorido intenso Que los oponen a lo real, y porque al ojo delirante Ofrecen los tesoros más bellos y abundantes Del paraíso y el amor, ¡y todos nuestros! Tal como la esperanza pertenece a la juventud.
De todos cuantos anhelan tu presencia como una mañana, de todos cuantos padecen tu ausencia como una noche, como el destierro inapelable del sol sagrado allende el firmamento; de todos los dolientes que a cada instante
¡Ved!; es noche de gala en estos últimos años solitarios. Una multitud de ángeles alados, adornados con velos y anegados en lágrimas, se halla reunida en un teatro para contemplar un drama de esperanzas y de temores mientras