De todos cuantos anhelan tu presencia, de Edgar Allan Poe | Poema

    Poema en español
    De todos cuantos anhelan tu presencia

    De todos cuantos anhelan tu presencia como una mañana,
    de todos cuantos padecen tu ausencia como una noche,
    como el destierro inapelable del sol sagrado
    allende el firmamento; de todos los dolientes que a cada instante
    te bendicen por la esperanza, por la vida, ah, y sobre todo,
    por haberles devuelto la fe extraviada, enterrada
    en la verdad, en la virtud, en la raza del hombre…

    De todos aquellos que, cuando agonizaban en el lecho impío
    de la desesperanza, se han incorporado de pronto
    al oírte susurrar con dulzura: “¡que haya luz!”,
    Al oírte susurrar esas palabras acentuadas
    por el sereno brillo de tus ojos…

    De todos tus numerosos deudores, cuya gratitud
    raya la veneración, recuerda, oh, no olvides nunca
    a tu devoto más ferviente, al más incondicional,
    y piensa que estas líneas vacilantes las habrá escrito él,
    ese que ahora, al escribirlas, se emociona pensando


    que su espíritu comulga con el espíritu de un ángel.

    Edgar Allan Poe (Boston, 1809- Baltimore, 1849) está considerado como el padre del relato detectivesco moderno y el gran transformador de la narrativa fantástica y de terror, que gracias a sus cuentos pasó de la atmósfera gótica de finales del siglo XVIII a la profundidad psicológica que se le atribuye al género en su edad moderna. Poeta, ensayista, crítico, periodista y narrador superdotado, Poe es conocido universalmente por un conjunto de textos —poemas como El cuervo, su única novela La narración de Arthur Gordon Pym y sus relatos sobrenaturales y de misterio— que supusieron la puerta de entrada de la literatura occidental tanto al simbolismo y el surrealismo como al género pulp. Los dominios de Arnheim es uno de los textos más singulares, a la vez que poco leídos, de este maestro del relato fantástico norteamericano.

    • ¡Recibe en la frente este beso! 
      Y, por librarme de un peso 
      antes de partir, confieso 
      que acertaste si creías 
      que han sido un sueño mis días; 
      ¿Pero es acaso menos grave 
      que la esperanza se acabe 
      de noche o a pleno sol, 
      con o sin una visión? 

    • ¿Deseas que te amen? No pierdas, pues, 
      el rumbo de tu corazón. 
      Solo aquello que eres has de ser 
      y aquello que no eres, no. 
      Así, en el mundo, tu modo sutil, 
      tu gracia, tu bellísimo ser, 
      serán objeto de elogio sin fin 
      y el amor… un sencillo deber.

    • Te vi a punto. 
      Era una noche de julio, 
      noche tibia y perfumada, 
      noche diáfana… 

      De la luna plena límpida, 
      límpida como tu alma, 
      descendían 
      sobre el parque adormecido 
      gráciles velos de plata. 

    • Desde el tiempo de mi niñez, no he sido 
      como otros eran, no he visto 
      como otros veían, no pude sacar 
      mis pasiones desde una común primavera. 
      De la misma fuente no he tomado 
      mi pena; no se despertaría 
      mi corazón a la alegría con el mismo tono; 

    • Vivía sólo en un mundo de lamentaciones y 
      mi alma era una onda estancada, hasta que 
      la bella y dulce Eulalia llegó a ser mi pudorosa 
      compañera, hasta que la joven Eulalia, la de 
      los cabellos de oro, llegó a ser mi sonriente 
      compañera. 



       —— 

    • ¡Ojalá mi joven vida fuese un sueño duradero! 
      Y mi espíritu yaciera hasta que el rayo certero 
      De la eternidad presagiara el nuevo día. 
      ¡Sí! Aunque el largo sueño fuese de agonía 
      Siempre sería mejor que estar despierto 
      Para quien tuvo, desde su nacimiento