Que tanto y tanto amor se pudra, oh dioses; que se pierda tanto increíble amor. Que nada quede, amigos, de esos mares de amor, de estas verduras pobres de las eras que las vacas devoran lamiendo el otro lado del césped, lanzando a nuestros pastos las manadas de hidras y langostas de sus lenguas calientes.
Como si el verde pasto celestial, el mismo océano, salado como arenque, hirvieran. Que tanto y tanto amor y tanto vuelo entre unos cuerpos al abordaje apenas de su lecho se desplome.
Que una sola munición de estaño luminoso, una bala pequeña, un perdigón inocuo para un pato, derrumbe al mismo tiempo todas las bandadas y desgarre el cielo con sus plumas.
Que el oro mismo estalle sin motivo. Que un amor capaz de convertir al sapo en rosa se destroce.
Que tanto y tanto amor, una vez más, y tanto, tanto imposible amor inexpresable, nos vuelva tontos, monos sin sentido.
Que tanto amor queme sus naves antes de llegar a tierra.
Es esto, dioses, poderosos amigos, perros, niños, animales domésticos, señores, lo que duele.
Que tanto y tanto amor se pudra, oh dioses; que se pierda tanto increíble amor. Que nada quede, amigos, de esos mares de amor, de estas verduras pobres de las eras que las vacas devoran lamiendo el otro lado del césped,