Cuando agotados de la extensa jornada, y del terrenal cambio del dolor por el dolor, perdida, dispuesta a la desesperación, tu cálida voz me convoca de nuevo; mi sincero amigo, nunca estoy sola si tu presencia y ese tono me acompañan.
Sin esperanzas descansa el mundo sin ti, el mundo sin este doble de mí; tu mundo de astucias, odios y duda, de frías sospechas sin lugar, donde tú, yo y la Libertad disfrutan una soberanía muda.
Lo que importa es que todo alrededor, peligro, angustia y oscuridad, no rompen las cadenas de nuestra soledad donde habita el cielo en su esplendor, alimentado por diez mil rayos eternos de soles que no han conocido el invierno.
La Razón sin dudas habrá de objetar por la triste realidad de la naturaleza, explicando que el sufrimiento del corazón es vano, y que sus preciados sueños deben perecer; la Verdad con rudeza busca asolar las flores de la fantasía que tímidas asoman.
Pero tú siempre serás el que trae las cerradas visiones que retornan, el aliento de nuevas glorias caídas en primavera, llamando a la vida de la muerte, susurrando con la divina voz de un mundo real y brillante como tú.
No confío en la dicha de tu fantasma, pero en las horas quietas de la noche, con un incesante agradecimiento te doy la bienvenida, bendito aliento, fiel asistente de los humanos deseos, la más brillante esperanza allí donde la esperanza muere.
Ven, camina conmigo, sólo tú has bendecido alma inmortal. Solíamos amar la noche invernal, Vagar por la nieve sin testigos. ¿Volveremos a esos viejos placeres? Las nubes oscuras se precipitan ensombreciendo las montañas igual que hace muchos años,
No es de cobarde mi alma, no tiembla en la esfera tormentosa del mundo: Veo las glorias del cielo brillar y la fe brilla igual, armándome contra el miedo.
¡Muerte! Que golpeó cuando más confiaba, en mi fe certera para ser otra vez golpeada; el insensible Tiempo ha marchitado la rama, arrancando la dulce raíz de Eternidad.
Cuando agotados de la extensa jornada, y del terrenal cambio del dolor por el dolor, perdida, dispuesta a la desesperación, tu cálida voz me convoca de nuevo; mi sincero amigo, nunca estoy sola si tu presencia y ese tono me acompañan.