No es de cobarde mi alma,
no tiembla en la esfera tormentosa del mundo:
Veo las glorias del cielo brillar
y la fe brilla igual, armándome contra el miedo.
¡Oh Dios dentro de mi pecho,
todopoderosa y omnipresente deidad!
¡La vida -que en mí descansa-,
Como yo -en la vida eterna- tiene poder en ti!
Vanos son los mil credos
que mueven los corazones del hombre: indeciblemente vanos;
inútiles como malas hierbas marchitas,
o como la ociosa banalidad en el centro de la eternidad,
para despertar la duda en uno
sostenido tan rápido por tu infinito;
tan seguramente anclado en
la roca firme de la inmortalidad.
Con gran amor universal
tu espíritu anima los años eternos,
penetra y medita,
cambia, sostiene, se disuelve, crea y se levanta.
Aunque la tierra y el hombre desaparezcan,
y soles y universos dejen de existir,
y solo Tú hayas quedado,
cada existencia existiría en Ti.
No hay espacio para la muerte,
ni átomo que sus fuerzas pueda animar:
Tú, Tú eres el Ser y el Aliento,
y lo que eres nunca podrá ser destruido.