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  • Paisaje de la multitud que orina, de Federico García Lorca | Poema

Paisaje de la multitud que orina, de Federico García Lorca | Poema

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Poema en español
Paisaje de la multitud que orina

Se quedaron solos: 
aguardaban la velocidad de las últimas bicicletas. 
Se quedaron solas: 
esperaban la muerte de un niño en el velero japonés. 
Se quedaron solos y solas, 
soñando con los picos abiertos de los pájaros agonizantes, 
con el agudo quitasol que pincha 
al sapo recién aplastado, 
bajo un silencio con mil orejas 
y diminutas bocas de agua 
en los desfiladeros que resisten 
el ataque violento de la luna. 
Lloraba el niño del velero y se quebraban los corazones 
angustiados por el testigo y la vigilia de todas las cosas 
y porque todavía en el suelo celeste de negras huellas 
gritaban nombres oscuros, salivas y radios de níquel. 
No importa que el niño calle cuando le clavan el último alfiler, 
no importa la derrota de la brisa en la corola del algodón, 
porque hay un mundo de la muerte con marineros definitivos 
que se asomarán a los arcos y os helarán por detrás de los árboles. 
Es inútil buscar el recodo 
donde la noche olvida su viaje 
y acechar un silencio que no tenga 
trajes rotos y cáscaras y llanto, 
porque tan sólo el diminuto banquete de la araña 
basta para romper el equilibrio de todo el cielo. 
No hay remedio para el gemido del velero japonés, 
ni para estas gentes ocultas que tropiezan con las esquinas. 
El campo se muerde la cola para unir las raíces en un punto 
y el ovillo busca por la grama su ansia de longitud insatisfecha. 
¡La luna! Los policías. ¡Las sirenas de los transatlánticos! 
Fachadas de crin, de humo, anémonas; guantes de goma. 
Todo está roto por la noche, 
abierta de piernas sobre las terrazas. 
Todo está roto por los tibios caños 
de una terrible fuente silenciosa. 
¡Oh gentes! ¡Oh mujercillas! ¡Oh soldados! 
Será preciso viajar por los ojos de los idiotas, 
campos libres donde silban las mansas cobras deslumbradas, 
paisajes llenos de sepulcros que producen fresquísimas manzanas, 
para que venga la luz desmedida 
que temen los ricos detrás de sus lupas, 
el olor de un solo cuerpo con la doble vertiente de lis y rata 
y para que se quemen estas gentes que pueden orinar alrededor de un gemido 
o en los cristales donde se comprenden las olas nunca repetidas. 

Federico García Lorca

Federico García Lorca (Fuentevaqueros, 5 de junio de 1898 – camino de Víznar a Alfacar, 1936) fue un poeta y dramaturgo español, adscrito a la generación del 27. Desde pequeño entró en contacto con las artes a través de la música y el dibujo. En 1915 comenzó a estudiar Filosofía y Letras, así como Derecho, en la Universidad de Granada. Formó parte de El Rinconcillo, tertulia de los artistas granadinos, donde conoció a Manuel de Falla. Entre 1916 y 1917 realizó una serie de viajes por España con sus compañeros de estudios, que inspiraron su primer libro Impresiones y paisajes (1918). En 1919 se instaló en la Residencia de Estudiantes de Madrid, coincidiendo con numerosos artistas e intelectuales como Luis Buñuel, Rafael Alberti o Salvador Dalí. Allí empezó a florecer su actividad literaria, con la publicación de obras como Libro de poemas (1921) o El maleficio de la mariposa (1920). En 1929 viajó a Nueva York por sugerencia de Fernando de los Ríos, plasmando este viaje en Poeta en Nueva York, que se publicaría cuatro años después de su muerte, en 1940. En 1931 fundó el grupo teatral universitario La Barraca, para acercar el teatro al pueblo mediante obras del Siglo de Oro. Otro viaje a Buenos Aires en 1933 hizo crecer más su popularidad con el estreno de Bodas de Sangre y a su vuelta a España, un año después, siguió publicando diversas obras como Yerma o La casa de Bernarda Alba. En 1936, al regresar a Granada, fue detenido y fusilado por sus ideas liberales.

  • Las seis cuerdas, de Federico García Lorca | Poema

    Federico García Lorca

    La guitarra 
    hace llorar a los sueños. 
    El sollozo de las almas 
    perdidas 
    se escapa por su boca 
    redonda. 
    Y como la tarántula, 
    teje una gran estrella 
    para cazar suspiros, 
    que flotan en su negro 
    aljibe de madera. 



    1924 

  • Noviembre, de Federico García Lorca | Poema

    Federico García Lorca

    Todos los ojos 
    estaban abiertos 
    frente a la soledad 
    despintada por el llanto. 

    Tin 
    tan, 
    tin 
    tan. 

    Los verdes cipreses 
    guardaban su alma 
    arrugada por el viento, 
    y las palabras como guadañas 
    segaban almas de flores. 

  • Madrigal 1919, de Federico García Lorca | Poema

    Federico García Lorca

    1919 
     
    Yo te miré a los ojos 
    cuando era niño y bueno. 
    Tus manos me rozaron 
    y me diste un beso. 

    (Los relojes llevan la misma cadencia, 
    y las noches tienen las mismas estrellas.) 

  • Crucifixión, de Federico García Lorca | Poema

    Federico García Lorca

    La luna pudo detenerse al fin por la curva blanquísima de los caballos. 
    Un rayo de luz violeta que se escapaba de la herida 
    proyectó en el cielo el instante de la circuncisión de un niño muerto. 

  • La veleta yacente, de Federico García Lorca | Poema

    Federico García Lorca

    El duro corazón de la veleta 
    entre el libro del tiempo. 
    (Una hoja la tierra 
    y otra hoja el cielo.) 
    Aplastóse doliente sobre letras 
    de tejados viejos. 
    Lírica flor de torre 
    y luna de los vientos, 
    abandona el estambre de la cruz 

  • Otro sueño, de Federico García Lorca | Poema

    Federico García Lorca

    1919 
     
    ¡Una golondrina vuela 
    hacia muy lejos!... 

  • Espigas, de Federico García Lorca | Poema

    Federico García Lorca

    Junio de 1919 
     
    El trigal se ha entregado a la muerte. 
    Ya las hoces cortan las espigas. 
    Cabecean los chopos hablando 
    con el alma sutil de la brisa. 

  • San Rafael (Córdoba), de Federico García Lorca | Poema

    Federico García Lorca

    (A Juan Izquierdo Croselles) 
     
    I 

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