No sé cuántas almas tengo a cada momento mudo. Continuamente me extraño. Nunca me vi ni encontré. De tanto ser, sólo tengo alma. Quien tiene alma no tiene calma. Quien ve es sólo lo que ve, quien siente no es quien es, atento a lo que soy y veo, me vuelvo ellos y no yo. Cada sueño mío o deseo es de lo que nace y no mío. Soy mi propio paisaje; asisto a mi pasar, diverso, móvil y solo, no sé sentirme donde estoy. Por eso, ajeno, voy leyendo como páginas, mi ser. lo que sigue no previendo, lo que pasó para olvidar. Anoto al margen de lo que leí lo que creí que sentí. Releo y digo: '¿fui yo?' Dios sabe por qué lo escribí.
En la víspera de no partir nunca por lo menos no hay que hacer las maletas no planes sobre el papel, con involuntario acompañamiento de olvidos, para el partir aún libre del día siguiente.
No hay que hacer nada en la víspera de no partir nunca.
Miro el Tajo, y de tal arte que olvido el mirar mirando, y de pronto esto se abate sobre mí, devaneando: ¿Qué es ser río y correr? ¿Qué estar yo en ese ver?
Al volante del Chevrolet por la carretera de Sintra a la luz de la luna y al sueño, en la carretera desierta, solitario conduzco, conduzco casi despacio, y un poco me parece, o me esfuerzo un poco para que me parezca,
Tu silencio es una nave con todas las velas llenas... Blandas, las brisas juegan en las flámulas, tu sonrisa... Y tu sonrisa en tu silencio es la escalera y las andas con que me finjo más alto y junto a cualquier paraíso...
Al niño, que nació y se crió a la sombra del ruido de las fábricas, se lo llevan al campo y allí sufre y muere en el exilio nostálgico del ruido de los grandes motores, del correr de las correas de transmisión, de los grandes palacios de hierros iluminados con grandes y blancas lámparas eléctrica