Ella no sabe bien lo que ha pasado. Él era su amigo, y ahora le ha dicho adiós. ¡Ella que lo veía como el padre, el esposo que iba a ser! Ahora pasea con otra, van riendo. Ella no entiende pero se ha quedado quieta, como quien espera una orden, o como el agua antes de recoger la imagen del rostro amado. No se ha entregado al llanto. No tiene una alborotada imaginación. Sigue yendo a sus clases. Cuida cosas pequeñas: las libretas, la raya en el orden, igual que el pelo al levantarse. Hace lo mismo que antes, sólo un poco más triste. La luz que la abandona la dibuja un momento. No sabe que está sola. Ese ignorar la guarda.
Ella no sabe bien lo que ha pasado. Él era su amigo, y ahora le ha dicho adiós. ¡Ella que lo veía como el padre, el esposo que iba a ser! Ahora pasea con otra, van riendo. Ella no entiende pero se ha quedado
A veces, en raros instantes, se abre, talud real y enorme, el tiempo transcurrido. Y no es entonces breve el tiempo. Como el pájaro al elevarse abarca con sus alas un diminuto pueblo o costerío, la inmensidad de lo vivido arrecia,