Cuando llega el amor nada es distinto. La lluvia cae y su agrietada lámina nos señala el relámpago inconstante. El ebrio, de tan siempre, va más ebrio, por la calle que conoce sus monólogos.
Pero ellos, la pareja, inician su deriva buscando el arcoiris y la flor de las colmenas. Anulan el pasado. Se declaran recién nacidos en paños de ternura, saben que el minuto es semilla de lo eterno y parcelan el amor en íntimos instantes.
II
Cuando llega el rencor nada es distinto. Los días transcurren hacia el año, la tierra gira en exacta servidumbre, y el perro vagabundo fiel aguarda la hora del mendrugo o la pedrada.
Pero ellos, la pareja, ahora desasidos, sin escala de luz y sin colmena, e miran como si jamás, como si nunca hubieran dicho: ¡Ven, nosotros, te amo tanto!
Ella hurga con su mano y saca de su entraña una muerte pequeñita. Él se palpa el costado y allí encuentra su dolor en trance de alimaña. Los dos toman el vacío por las dos puntas, se cubren las espaldas, se vigilan, y agobiados por pautas evasivas cumplen la cita que les da el hastío.
Pardo lecho de arena, playa inerte, plural surtidor de toda raza, cauce donde lo vital fluye y palpita. La luz divide el mundo en hemisferios: separa un duro azul bruñido luz arriba, abajo el otro agita sus líquidos metales.
A veces pienso que tú y yo es lo único que nos queda. La gente se ha ido a la deriva buscando sus valores extraviados, cada espalda se ajusta, contra un muro eludiendo el saqueo de la sombra, y se palpan a tientas el costado, y,preparan sus uñas
Cuando llega el amor nada es distinto. La lluvia cae y su agrietada lámina nos señala el relámpago inconstante. El ebrio, de tan siempre, va más ebrio, por la calle que conoce sus monólogos.