Fresca agua dulce y clara, de Francesco Petrarca | Poema

    Poema en español
    Fresca agua dulce y clara

    Fresca agua, dulce y clara, 
    donde sus miembros puso 
    quien sólo yo cubriera de guirnalda, 
    gentil rama en que hallara 
    (aún suspiro incluso) 
    columna en que apoyar su bella espalda; 
    hierba y flor que la falda 
    hermosa recubriera 
    junto al celeste seno; 
    sagrado aire sereno 
    donde Amor con sus ojos me ofendiera; 
    prestad todos oído 
    a mi acento postrero y dolorido. 

    Si es sólo mi destino 
    (y el cielo ello procura), 
    que Amor mis ojos cierre y no almo acuda, 
    al cuerpo dad mezquino 
    vosotros sepultura, 
    y vuelva el alma a su mansión desnuda. 
    Será así menos cruda 
    la muerte, si esto espero 
    de aquel incierto trance; 
    que el alma en este lance 
    no puede puerto hallar más lisonjero, 
    ni en más tranquila fosa 
    huir de hueso y carne fatigosa. 

    Quizás aún tiempo venga 
    que allá donde solía 
    mansa regrese al fin la fiera hermosa; 
    y allá donde me tenga, 
    en el bendito día, 
    vuelva la vista alegre y deseosa; 
    y, viéndome piadosa, 
    ya tierra entre la roca, 
    mi tumba amor le inspire 
    de suerte que suspire 
    tan dulce que por mí ruegue su boca, 
    y así conmueva el cielo, 
    secándose los ojos con el velo. 

    De las ramas bajaba 
    (¡qué dulce a la memoria!) 
    lluvia de flor al vientre y a la espalda; 
    y ella se sentaba 
    humilde en tanta gloria 
    cubierta ya de tan bella guirnalda: 
    ya flor caía en su falda, 
    o ya en el rubio pelo, 
    que perla y fino oro 
    fue aquel día que hoy adoro; 
    ya flor caía en el agua o en el suelo; 
    o ya ante tanta reina 
    decía al girar: «Aquí es Amor quien reina». 

    De espanto entonces lleno 
    cuántas veces me he dicho: 
    «¡Qué cierto que nació en el paraíso!» 
    Así, de todo ajeno, 
    me tuvo a su capricho 
    la risa, porte, acento y dulce viso; 
    con ya tan poco aviso 
    de aquello que era fuera, 
    que hablaba suspirando: 
    «¿Cómo aquí vine, o cuándo?», 
    creyendo el sitio el cielo y no lo que era. 
    Tal gusto ahora esta hierba 
    que solo aquí la paz se me conserva. 

    Canción, si como sientes fueras bella, 
    podrías osadamente 
    salir del bosque e ir entre la gente.