Cuando se agota la paciencia,
siempre cae de ningún lado esta guerra.
Yo también quiero un jardín jugando
a las muñecas, una casa de madera limpia,
de aire fresco y ventanas de seda.
Son frías estas almas de piedra
haciendo cola.
Sospechan dentro de diminutos bolsos
de las miradas largas.
Pagan fríamente, acorde a sus frías
demandas. Han comprado grasa,
vanas esperanzas congeladas,
algunos desinfectantes para almas
(que no quieren)
y una colección de deseos,
por si vuelven.
Son frías y bien ordenadas
estas obradas almas sin obra.
Los condenados deciden libres su última cena
en este frío invierno de condenas compartidas.