Desde que no está he desarrollado la facilidad espontánea para llorar. La memoria tiene la cola muy larga, ahora la vida es más y más estrecha. De repente, me nublo por dentro para no encharcarme de culpa. Agacho la vista hacia los azulejos que pisaban también su sombra. Me invado de dentro hacia afuera con sus pasos firmes en mis huellas. Faltan todavía un par de infinitos para entenderme y cumplir ante sus ojos. Me dijo más de una vez que me quería, con sinceridad dulce, cálida y traviesa. Aún quedan días en los que avanzo contando los momentos de mi deuda. De repente, me lluevo por dentro en silencio para hacer justa su lucha. Desde que no está, pasan lejos las horas y yo solo deseo. La quiero querer más y que me oiga.
Era mucho más fácil Lo más fácil era soltarlo todo y echar a volar, sin avisos, sin maletas, sin sombrero, sin alas, sin hambre de carnicero. Era marcharse a cualquier otro lugar inevitablemente dentro de este sitio.
¿Está usted loco? Loco está usted, loco, usted está usted, y yo no le digo nada. Quien diga lo contrario loco miente usted, está usted, usted está y yo soy el loco. Para estar hay que creer. ¿Loco? Espere usted.
Transcurrir en banquete o hambruna, vida requerida, dulce, insatisfactoria, limitada a intermitencias como lo está una cucharilla: liviana, ligera sólo contiene lo que no rebosa, agujero en potencia.
No puedo quitarme, no puedo sacar de mi cabeza la memoria flácida y marmórea carne más allá de esta frontera epidérmica que una viva imagen de muerte ignora.