No, no estoy especialmente orgulloso
de tantos juguetes de fábrica,
ni del nuevo milagro intelectual como
solución a todas las facturas.
No me alegran especialmente
los puentes de arriba a abajo, las ciudades
a ninguna otra parte, los camiones
a manos del transporte inagotable.
No, no creo que queden más cerca,
ni siquiera diferentes por educar.
La desigualdad no es una idea
personalmente interna, es internacional.
No estoy satisfecho del olor de los billetes,
ni de la amenaza de masacres nucleares;
no estoy de acuerdo con los que más tienen,
ni es culpa de los bosques o las minas de hambre.
No, no creo que esté todo hecho
a este lado de la vergüenza pacífica.
No, nadie puede estar satisfecho
de tanta injusticia tan bien repartida.
Todo ha sucedido más rápido
de lo esperado.
La bala atravesó su cabeza
antes incluso
de que la gota de sudor
o lágrima, no se sabe,
impactara
contra el suelo.
Antes incluso
que el barro.
“Disculpe señor ministro
pero es usted un cabrón”.
La sala parecía estar de acuerdo,
hasta el mismísimo presidente
callaba a favor. “Lo es”,
empezó a decir, “ministro
esperanzador. Es usted
sin duda un gran cabrón,
si no el mejor”.
Ahora tienes que decirlo,
bien alto y bien claro.
Decirlo bien, nada de susurros
de altavoz descabezado.
Como tú sabes. Ya saben
de lo que eres capaz
cuando te escondes.
Como efecto de esta sociedad
puedo decir y digo sin reparo,
en efecto, soy fracaso.
Soy minoría lleno de miedos,
enemigo del odio equivocado;
de pulgas, a perro flaco.
Tengo que ir.
Todavía no he ido.
Tengo que ir pronto.
Enfrentarme solo
a su espacio fértil
amplio como un silencio
y sonreír agradecido
a su palabra de tierra.
Estar.
Estar con ella.
Al acertar es imposible escoger lo heredado,
señalar el amor que nos viene encontrado.
Cuántos dedos son, sin haberlos tocado,
meses que el mar deshizo en naufragios.
Yo significa espejo.
Una ciudad habitada por tantos
sujetos abiertos,
a veces, omitidos a un párrafo.
Aún no se conoce la forma de la vida,
si todo proviene de un continente
que no es hongo, animal o planta;
cómo era la primera procariota
que guardó el alma dentro de su cuerpo,