La bala atravesó su cabeza antes incluso de que la gota de sudor o lágrima, no se sabe, impactara contra el suelo.
Antes incluso que el barro.
La palabra escrita, algo más verídica, trató de llegar a tiempo pero se le trastabillaron los dedos entre tanta y tanta tecla y trasvase de pretéritos como argumento.
Se quebró la lluvia antes incluso que el tejado.
Ojalá hubiera conocido el idioma concreto pero el gatillo sólo entiende de silencios por la espalda.