¡Qué extraño es verme aquí sentado, y cerrar los ojos, y abrirlos, y mirar, y oír como una lejana catarata que la vida se derrumba, y cerrar los ojos, y abrirlos, y mirar!
¡Qué extraño es verme aquí sentado! ¡Qué extraño verme como una planta que respira, y sentir en el pecho un pájaro encerrado, y un denso empuje que se abre paso difícilmente por mis venas!
¡Qué extraño es verme aquí sentado, y agarrarme una mano con la otra, y tocarme, y sonreír, y decir en voz alta mi propio nombre tan falto de sentido!
¡Oh, qué extraño, qué horriblemente extraño! La sorpresa hace mudo mi espanto. Hay un desconocido que me habita y habla como si no fuera yo mismo.
Se ha perdido un hombre calvo, de ojos claros. Se ignora su nombre. Ya no tiene años. Confunde su vida con lo que ha inventado. Viste como todos. No es ni alto ni bajo. // Se ha perdido un hombre que salió buscando algo cuyo nombre
Cuando ya nada se espera personalmente exaltante, mas se palpita y se sigue más acá de la conciencia, fieramente existiendo, ciegamente afirmado, como un pulso que golpea las tinieblas,
El amor y la tierra se abrazan sollozando, y la arcilla y el ansia, y el hombre nuevo nace. —¿De dónde vienes, dime; di, amigo, adónde vienes? (Unos pájaros largos volaban sobre el llano).