En medio del invierno está templada el agua dulce desta clara fuente, y en el verano más que nieve helada. ¡Oh claras ondas, cómo veo presente, en viéndoos, la memoria d’aquel día de que el alma temblar y arder se siente! En vuestra claridad vi mi alegría escurecerse toda y enturbiarse; cuando os cobré, perdí mi compañía. ¿A quién pudiera igual tormento darse, que con lo que descansa otro afligido venga mi corazón a atormentarse? El dulce murmurar deste rüido, el mover de los árboles al viento, el suave olor del prado florecido podrian tornar d’enfermo y descontento cualquier pastor del mundo alegre y sano; yo solo en tanto bien morir me siento. ¡Oh hermosura sobre’l ser humano, oh claros ojos, oh cabellos d’oro, oh cuello de marfil, oh blanca mano!, ¿cómo puede ora ser qu’en triste lloro se convertiese tan alegre vida y en tal pobreza todo mi tesoro? Quiero mudar lugar y a la partida quizá me dejará parte del daño que tiene el alma casi consumida. ¡Cuán vano imaginar, cuán claro engaño es darme yo a entender que con partirme, de mí s’ha de partir un mal tamaño! ¡Ay miembros fatigados, y cuán firme es el dolor que os cansa y enflaquece! ¡Oh, si pudiese un rato aquí adormirme! Al que, velando, el bien nunca s’ofrece, quizá qu’el sueño le dará, dormiendo, algún placer que presto desparece; en tus manos ¡oh sueño! m’encomiendo.
SALICIO
¡Cuán bienaventurado aquél puede llamarse que con la dulce soledad s’abraza, y vive descuidado y lejos d’empacharse en lo que al alma impide y embaraza!
Cuando me paro a contemplar mi estado y a ver los pasos por do me han traído, hallo, según por do anduve perdido, que a mayor mal pudiera haber llegado;