Amé siempre esta colina, y el cerco que me impide ver más allá del horizonte. Mirando a lo lejos los espacios ilimitados, los sobrehumanos silencios y su profunda quietud, me encuentro con mis pensamientos, y mi corazón no se asusta. Escucho los silbidos del viento sobre los campos, y en medio del infinito silencio tanteo mi voz: me subyuga lo eterno, las estaciones muertas, la realidad presente y todos sus sonidos. Así, a través de esta inmensidad se ahoga mi pensamiento: y naufrago dulcemente en este mar.
Amé siempre esta colina, y el cerco que me impide ver más allá del horizonte. Mirando a lo lejos los espacios ilimitados, los sobrehumanos silencios y su profunda quietud, me encuentro con mis pensamientos, y mi corazón no se asusta.
¿Todavía recuerdas de tu vida mortal, Silvia, aquel tiempo, en el que la beldad resplandecía en tus ojos huidizos y rientes, y alegre y pensativa, los umbrales juveniles cruzabas?
Como en noche callada, Sobre el campo argentado y la laguna, Donde aletea el céfiro Y mil aspectos vagos Y objetos engañosos Fingen lejanas sombras En las ondas tranquilas, En setos, lomas, villas y ramajes, Junto al confín del cielo,