Espera, octubre. No hables, voz. Abril disuelve apenas la piel de las estatuas en espuma, aún canta en flor el árbol de las venas, y ya tu augurio a ras del mar, tu bruma que sobre el gozo cuelga sus cadenas, y tu clima de menta, en que se esfuma el pensamiento por su laberinto y se ahonda el laberinto del instinto.
No quemes, cal. No raye las paredes de aire de abril de mi festín tu aviso. Si ya me sabes presa de tus redes, si a mi soñar vivir nací sumiso, vuelve al sueño real de que procedes, déjame roca el humo infiel que piso, deja a mi sed el fruto, el vino, el seno, y a mi rencor su diente de veneno.
Espejo, no me mires todavía. Abril nunca es abril en el desierto, y me espía tu noche todo el día para que al verte yo me mire muerto; Narciso no murió de egolatría, sí cuando le enseñé que eres incierto, que eres igual al hombre que te mira y que al mirarse en ti ya no se mira.
Me he querido mentir que no te amo, roja alegría incauta, sol sin freno en la tarde que sólo tú detienes, luz demorada sobre mi deshielo. Por no apagar la brasa de tus labios con un amor que darte no merezco, por no echar sobre el alba de tus hombros
Por el amor de una nube De blanda piel me perdí Duermo encadenado al cielo Sin voz sin nombre sin ser Sin ser voz suena mi nombre Mas donde sueña no sé Que se me enredó la oreja Descifrando un caracol Tras una reja de olas
Espera, octubre. No hables, voz. Abril disuelve apenas la piel de las estatuas en espuma, aún canta en flor el árbol de las venas, y ya tu augurio a ras del mar, tu bruma que sobre el gozo cuelga sus cadenas, y tu clima de menta, en que se esfuma