¿Por qué no me dijiste que estabas construyendo ese castillo de arena? Hubiera sido tan hermoso poder entrar por su pequeña puerta, recorrer sus salados corredores, esperarte en los cuadros de conchas, hablándote desde el balcón con la boca llena de espuma blanca y transparente como mis palabras, esas palabras livianas que te digo, que no tienen más que el peso del aire entre mis dientes. Es tan hermoso contemplar el mar. Hubiera sido tan hermoso el mar desde nuestro castillo de arena, relamiendo el tiempo con la ternura honda y profunda del agua, divagando sobre las historias que nos contaban cuando, niños, éramos un solo poro abierto a la naturaleza. Ahora el agua se ha llevado tu castillo de arena en la marea alta. Se ha llevado las torres, los fosos, la puertecita por donde hubiéramos pasado en la marea baja, cuando la realidad está lejos y hay castillos de arena sobre la playa...
Y Dios me hizo mujer, de pelo largo, ojos, nariz y boca de mujer. Con curvas y pliegues y suaves hondonadas y me cavó por dentro, me hizo un taller de seres humanos. Tejió delicadamente mis nervios y balanceó con cuidado
¿Por qué no me dijiste que estabas construyendo ese castillo de arena? Hubiera sido tan hermoso poder entrar por su pequeña puerta, recorrer sus salados corredores, esperarte en los cuadros de conchas, hablándote desde el balcón
Devuélveme mi corazón, viajero. Tú te irás –me lo dices-, montado en alado pegaso te alejarás y dejarás sólo noches solas a mi alrededor. Por esto, antes de que dobles el hueco del camino, debes dejarme puesto en el pecho el corazón.
Las mañanas cambiaron su signo conocido. Ahora el agua, su tibieza, su magia soñolienta es diferente. Ahora oigo desde que mi piel conoce que es de día, cantos de tiempos clandestinos sonando audaces, altos desde la mesa de noche
Quiero morder tu carne, salada y fuerte, empezar por tus brazos hermosos como ramas de ceibo, seguir por ese pecho con el que sueñan mis sueños ese pecho-cueva donde se esconde mi cabeza hurgando la ternura,
Te quiero como gata boca arriba, panza arriba te quiero, maullando a través de tu mirada, de este amor-jaula violento, lleno de zarpazos como una noche de luna y dos gatos enamorados discutiendo su amor en los tejados,